Señora Justicia

Señora Justicia

FERNANDO FERRAN
El título de este artículo parece sacado de una telenovela, por inspirado que esté en la vida real. El último capítulo finalizó la semana pasada. Transcurrió durante más de seis años y su producción costó 800 millones de pesos dominicanos. Por fin, Justicia tiene casa nueva. Muebles incluidos. Hermoso albergue gracias a toda la simbología que encarna un diseño arquitectónico moderno, lleno de luces y de transparencia visual.

Al Presidente de la Suprema Corte de Justicia le asiste todo el derecho del mundo para solicitar un voto de confianza y a la población motivos para estar confiados. Con razón renace la esperanza, como el ave fénix, de sus propias cenizas.

Nuevo no es sólo aquel local contiguo al Poder Legislativo y a la bola del mundo en la que nos sitúan los Héroes de Constanza, Maimón y Estero Hondo, sino su recién estrenado vestido de casa, el Código Procesal Penal. A algunos gusta este ropaje de la actriz principal; a otros no. Pero incluso aquellos que más lo critican no debieran olvidar que es más liviano y sobre todo, yendo al fondo de la cuestión, que ni siquiera en aquellas sociedades donde predomina la Ley del Talión se erradica el crimen. Heredera de los descendientes de Caín, la condición humana requiere castigos ejemplares en los tribunales y no la ley del más fuerte en las calles.

Sin embargo, por eso mismo, el capítulo recién concluido no es el final. Señora Justicia tiene casa y vestuario nuevos, pero su auxiliar por excelencia, el cuerpo policial, da pena. Maltrata tanto que no dejan de oírse todos los días de Dios las quejas de espectadores que no distinguen la vestimenta de los uniformados de la de delincuentes y cómplices, e incluso se quejan amargamente porque ni siquiera respetan su derecho natural a la vida. Y peor aún, el mismo cuerpo ha sido muy maltratado pues, la más de las veces combate la delincuencia y se esfuerza por preservar la vulnerada seguridad ciudadana «a mano pelá». Carece de presupuesto, de entrenamiento, de equipo, de tecnología y… mejor no seguir enumerando las carencias en que se encuentra sumido por culpa de indiferentes ejecutivos.

Otro largo capítulo de esta serie lo merece el sistema correccional. Las prisiones de este país, como denuncia cuanto apuntador se encuentra tras bambalinas respaldando la labor de los actores principales, son antros de abuso y de perdición.

Pero si todo lo anterior es importante lo más interesante y verdadero está reservado para el capítulo final. Que se me excuse la siguiente ironía antes de introducirlo: República Dominicana es comparable con el paraíso terrenal. Aquí no hay sonoros corruptos, tampoco cómplices notables ni grandes delincuentes pues, haciendo valer la presunción de inocencia de cualquier acusado, ninguno cumple sentencia y ni siquiera se habla del juicio final.

Urge pues iniciar el más largo de todos los capítulos. Llegó la hora de que la Señora en cuestión, por medio de su pléyade de jueces y de leyes, sin soslayar el respaldo del Ministerio Público y de los profesionales del derecho, administre justicia. Mientras tanto, no olvidemos que al igual que en la mayoría de relatos televisivos, los espectadores sabemos desde el comienzo mismo quién es quién. Y todo porque el gran aliado de la delincuencia y de la corrupción es la impunidad, su mejor cómplice la parcialidad, y su `modus operandi»» la ausencia de principios éticos.

Si la impunidad, la parcialidad y la falta de escrúpulos morales no caen abatidas por el principio de «tolerancia cero», la democracia dominicana está condenada a su desaparición, por más leyes que salgan del Congreso, por más liderazgo que se crea ejercer desde el Ejecutivo, por más clientelismo que toleren el sistema político, empresarial y familiar dominicano. La nación dominicana requiere una administración de la justicia justa, imparcial, segura y universal. De lo contrario, ni Señora Justicia ni nadie podrá justificar los gastos incurridos en edificaciones ni el voto de confianza solicitado y por supuesto, desde el mero inicio del primer capítulo, otorgado.

fferran1@yahoo.com

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