Sensibilidad social del Estado

Sensibilidad social del Estado

En la columna de ayer traté, tangencialmente, el tema de la responsabilidad del Estado ante la sociedad, y la sensibilidad que deben tener los gobernantes dominicanos ante las tantas carencias y padecimientos de la población.

Vuelvo sobre lo comentado, porque la exposición quedó limitada, por razones comprensibles de espacio.

Dar respuesta a tiempo a cada una de las demandas de una nación como ésta, plagada de necesidades, requiere de una acción mágica: convertir las arcas estatales en recursos inagotables.

Solo hay que detenerse a pensar en la velocidad con que crece la población, en la elevada cantidad de niños y niñas que cada año se agrega al espacio territorial nuestro, para saber lo que cuesta mantener el país.

Soy lo suficientemente sensato para admitir que cada día transcurrido son múltiples los requerimientos de una república pequeña en tamaño pero grande en deficiencias.

Al Presidente Fernández deben quitarle el sueño las tantas presiones recibidas de gente que aprendió únicamente a vivir del erario.

Y en cómo servir de canal para distribuir los muchos recursos que se piden desde todas las instancias del poder, para tapar huecos.

Pero la mayor deficiencia de este pueblo reside, quizás y sin quizás, en los muchos funcionarios que han perdido el sentido de la solidaridad humana, pensando primero en si, antes de dar de si.

Hasta 1961 beneficiario del Estado era un solo hombre. Hoy son demasiados los que buscan parte del pastel… y quieren más.

   En el supuesto de que las presiones externas limiten más el accionar estatal, habrá que cruzar los dedos y entregarse a Dios.

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