Sentencia sospechosa

Sentencia sospechosa

La controvertida sentencia dictada por el Tribunal Constitucional fue diseñada por inteligentes profesionales que no suelen disparatar. Sin embargo, expertos de igual sabiduría en la materia la consideran defectuosa. Yo me niego a creer que los defectos que se le señalan sean el resultado del azar o de la incompetencia. Presiento que son distracciones, trucos, para enmascarar propósitos inéditos.

Entiéndase, no soy abogado. Tampoco resiento del TC; mis antepasados llegaron a la isla mucho antes de la fecha del “corte” jurídico. Pero, dominicano al fin, me ataca la paranoia y busco las posibles trampas del poder empacadas en leyes draconianas.

Marisol Vicens, abogada y empresaria, razona lo siguiente en uno de sus artículos: “Lo primero que hay que destacar sobre el referido fallo, es que no es producto de la casualidad. El mismo responde a una deliberada acción…”. Concluye: “Las atípicas recomendaciones que sirven de colofón a la decisión, dejan entrever decisiones al más alto nivel para intentar poner orden en nuestra desastrosa política migratoria. Lo que falta por ver, aunque desde ya se intuye, es cuál será la carta debajo de la manga que tendrá el Presidente para resolver la situación…”.

Tiene razón, hay “gato entre macuto”. Observemos a los que festejaron el fallo. La primera trompeta la suena el director de Migración; luego toca las campanas el inefable Monseñor Agripino Núñez; se le une el cardenal desbarrando contra la ONU y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos; repiquetean miembros del Opus Dei, el PLD, y radicales anti haitianos.

Desde Nueva York, el catedrático, economista, internacionalista, consejero universal, y millonario a ratos libres, Leonel Fernández, patrocina con esta lindura: “Los que han tenido la impresión de ser dominicanos…” (O sea, que la nacionalidad sin papeles es una impresión, no es parte de la persona, de su psiquismo, de su cultura, ni de su identidad). Sutilezas del líder.

El actual presidente- amparado por los Santos Inocentes- declara: “no sé si legalmente se ha cometido una injusticia, pero hay un problema humano que tenemos que resolver…”. Mientras, siguen llegando al país delincuentes de medio planeta- como si no bastaran los nuestros- que viven aquí a sus anchas. Los haitianos entran y salen por la frontera de “jarro pichao” pagando peaje.

A todo esto, los archivos del registro civil de la primera mitad del siglo veinte se lo vienen comiendo los ratones. Por tanto, quizá los ejecutores de la sentencia no dispongan de los documentos para decidir sobre la “impresión” de ser dominicano. (Detalle surrealista.)

Este embrollo singular es defendido por sagaces jugadores de la carambola políticas. Virtuosos que pegan a una primera bola para darle a una tercera. Hombres que casi siempre se salen con la suya sin comedimiento alguno. De ahí que sospeche que la trampa se agazapa en las 147 páginas evacuada por el TC.

Algo se traen entre manos. Va más allá de la limpieza de sangre y de la expulsión de los impíos: quizá sigan tratando de secuestrar nuestra endeble democracia.

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