Sentenciados a cuatro años más

Sentenciados a cuatro años más

La victoria de Geroge W. Bush frente a John Kerry no es el resultado que el mundo deseaba. El retador demócrata era mucho más popular que el candidato presidencial en casi todos los países, aparte de Estados Unidos.

Sin embargo, los extranjeros no votan. Para la mayoría de los electores estadounidenses, el presidente titular es el hombre que los hace sentir más seguros en un mundo amenazado por el terrorismo global, después de los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001.

Con algunas excepciones obvias, en particular Israel y Rusia, la mayoría del resto de las naciones siente lo opuesto.: que con el señor Bush como presidente, el mundo es un lugar más peligroso. En Europa y Asia, África y América Latina, consideran que la guerra que encabezó EEUU en Irak ha desestabilizado más el volátil Oriente Cercano. Ellos ven amenazadas sus economías por el aumento resultante en los precios de la energía. Temen que la Organización de Naciones Unidas, en la que confían abrumadoramente como la mejor institución disponible para el mantenimiento de la paz y la solución de conflictos, ha sido debilitada por el unilateralismo de EEUU. Ellos desconfían de las inclinaciones de EEUU a tomar acciones militares preventivas.

Estos criterios, aparentemente, no fueron compartidos por la mayoría de votantes norteamericanos cuando acudieron a las urnas el martes, aunque el país se mantiene profundamente dividido. El señor Bush y su equipo verán el resultado como una vindicación de su persecución enérgica a la llamada “guerra al terrorismo”, y lo unirán con la invasión a Irak. El convencimiento absoluto del presidente y su dedicación a la lucha del “bien” contra el “mal”, motivó a un electorado sólido de conservadores y evangelistas para apoyarlo. 

La victoria del señor Bush presenta un gran dilema para el mundo externo, incluyendo muchos de los aliados tradicionales de EEUU. El unilateralismo de la administración Bush ha escindido a Europa y ampliado la brecha transatlántica. No fue solo la mal concebida invasión a Irak, sino la convicción de fondo de que la “coalición de los dispuestos” era preferible a la alianza OTAN. El señor Bush y sus asesores neoconservadores parecen decididos recomponer el orden internacional que ha mantenido la paz con más o menos éxito desde la Segunda Guerra Mundial.

Muchas de las naciones europeas que han contribuido a las “uferzas de coalición” en Irak lo hicieron porque sienten que deben mantenerse cerca de la superpotencia, pase lo que pase, y no sin la convicción de que sus políticas son correctas. Otros países amistosos, como Turquía e India, quedaron aplastados por la invasión. “Es muy triste. Querían una coalición internacional contra Irak, y terminaron prácticamente con una alianza internacional contra EEUU”, dice Jaswant Singh, el ex-primer ministro de India. “Yo espero que hayan aprendido la lección, extremadamente costosa y muy necesaria”.

Pero de eso no hubo señal alguna durante el transcurso de la campaña del señor Bush. Sin embargo, el peligro de una caída en el caos en Irak aumentará grandemente la presión sobre los disidentes, como Francia y Alemania, para que se involucren. Ambos han rechazado la idea, reiteradamente, de enviar soldados a Irak, pero ninguno quiere ver que surja un estado fallido. Piense lo que piense Washington, ni París ni Berlín quieren ver humillado a EEUU. Tienen que generar un nuevo modus vivendi.

Irán le sigue los pasos a Irak, como fuente potencial de fricciones entre el señor Bush y sus aliados. La Unión Europea (incluyendo miembros de la coalición contra Irak, como el Reino Unido e Italia), Rusia e India creen todos que se necesita una política del palo y la zanahoria para persuadir a Teherán para que abandone sus ambiciones nucleares. Reconocen que el país tiene preocupaciones de seguridad genuinas en una región en la q  ue Israel y Afganistán son profundamente inestables. Temen que un grupo de presión de halcones en Washington pudiera persuadir al presidente reelecto a lanzar golpes con misiles contra las supuestas instalaciones nucleares en Irán, poniendo fin a cualquier esperanza de reconciliación pacífica.

Hay esperanzas, y no menos en Londres, de que una administración Bush-2 tome más en cuenta en su conjunto las preocupaciones internacionales, tal como el segundo periodo de Ronald Reagan produjo una política exterior más sensata. Sin embargo, el opuesto pudiera ser verdad. El éxito electoral del señor Bush se logró sobre una plataforma política impúdicamente agresiva. Colin Powell, su consejero más moderado, parece cierto que renunciará como secretario de Estado a finales de año. Es poco probable que su sucesor sea sensible a la alarma internacional.

El punto de vista más positivo es que dos percepciones pudieran filtrarse finalmente hasta la Casa Blanca. Una es que la división de EEUU en dos campos ferozmente partidistas pudieran ayudar a la reelección, pero no van a ayudar en los libros de historia. La otra es que Irak jamás se estabilizará sin una coalición más amplia, que le dé legitimidad a cualquier régimen futuro que la ocupación de las fuerzas de EEUU obviamente no lograron otorgarle.

Un señor Bush triunfante pudiera no estar inclinado a escuchar esos mensajes, pero hay otro criterio que gana credibilidad en una comunidad internacional que se desespera cada vez más: que solo después otros cuatro años de pifias y errores de una administración movida por la ideología una cifra suficiente de personas comprenderán que ni siquiera la única superpotencia puede mantenerse sorda a los reclamos de sus aliados toda la vida. Solo entonces aprenderán la lección. Pero pudiera ser a un costo muy caro.

TRADUCCION: IVAN PEREZ CARRION

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