Sentido de la dignidad

Sentido de la dignidad

PEDRO GIL ITURBIDES
Comenzaba Joaquín Balaguer su primer gobierno de los doce años, cuando entró Inés. Si consultamos los periódicos de la época sabremos que los vientos de este huracán rondaron los ciento sesenta kilómetros por hora. En la capital sentimos las lluvias y ráfagas de vientos. Tumbó tugurios en Lengua Azul, Güachupita y sus contornos.

Pero el suroeste de la República, cuya pobreza a ojos vista todavía es propia de sus habitantes, quedó destruido. Estábamos en el despacho del Vicepresidente de la República, licenciado don Francisco Augusto Lora, en la tarde del 27 de septiembre, cuando supimos del viaje a Oviedo.

Abordamos uno de los aviones a la mañana siguiente. Llegamos a una de las áreas carreteras, limítrofe con uno de los aeródromos del área devastada. Este último lugar se había reservado al aterrizaje del helicóptero en que viajaba el mandatario. Un enérgico Joaquín Balaguer llevaba un equipo de funcionarios, algunos de los cuales quedaron alojados durante meses, en los lugares sujetos a reconstrucción. Pero el Balaguer de aquellas horas, que caminó entre el lodazal y los cuerpos que se rescataban, no pidió ayuda de nadie. Un elevado concepto sobre el Estado Dominicano le impedía llorar ante gobiernos amigos. De manera que no se hizo reunión con cuerpo diplomático alguno para exponer la triste condición en que nos hallábamos.

Por el contrario, dos meses antes, poco después de iniciar aquella gestión el primer día de julio anterior, pidió el cese de la asistencia provista por la Organización de Estados Americanos (OEA). La OEA había sostenido las estructuras públicas durante el aciago período que precediera a su elección. Redujo entonces el gasto corriente, como hemos contado en innúmeras oportunidades, mediante diversas estrategias. E inició con el ahorro público resultante, un programa de inversiones de capital que produjo efectos estimulantes para el sistema económico. De manera que, al sufrir el país los embates del huracán Inés, estaba constreñido por voluntad propia ante la posibilidad de pedir ayuda proveniente del exterior.

Patentes se encuentran las muestras del titánico esfuerzo, clave de su política gubernativa a lo largo de ese fructuoso período.

Dispuso que el poblado de Oviedo, anegado por las aguas, destruido por los vientos, se mudase unos kilómetros al norte del lago Trujín. El día de esa primera visita  pues habría de visitar la región en varias ocasiones, como si fuera inspector de obras públicas  explicó las razones de la petición.

Sus lecturas le hablaban de una región lacustre como podía advertirse por la composición de los suelos, y las aguas siempre buscan lo suyo. Lo que sus lecturas le advertían y el refrán popular aseveraba, era lo acontecido.

Convenía, por consiguiente, mudar el poblado, construyendo

una vivienda para cada familia sobreviviente, pero más al norte. Lo mismo hizo en Ovando, erigido totalmente, y en sendas barriadas de Paraíso y Enriquillo, aquellas que resultaron más seriamente afectadas. A lo largo de la zona costera de la península, además, dispuso la construcción de locales escolares que se convirtieran en refugios en casos como el que se vivía.

En Santo Domingo hizo Inés que naciese en la mente del gobernante los aún inconclusos proyectos de la Loma del Chivo, la Márgara, Güaley y Güachupita. Son, éstas de la capital, y aquellas del suroeste, las estructuras erigidas entonces con varillas y cemento, a partir del mandato de ese 28 de septiembre, las que prueban que el Gobierno Dominicano puede suplir necesidades de la población, con ventarrones o sin ellos, cuando sus finanzas son bien administradas.

De otro modo, hay que hacer reuniones con representantes de naciones amigas, para pedir ayuda. Con lo cual, por supuesto, abriendo una boca grandísima para pregonar nuestro nacionalismo, nos exponemos a insolencias e intromisiones como las que salpican el buen nombre de la República desde años recientes. Incluyendo la visita de los famosos relatores de la Organización de las Naciones Unidas que vinieron a indagar sobre nuestro régimen esclavista y racismo. (Post Data: sin reuniones destinadas a pasar el sombrero, en 1966 llegó una solidaria cooperación de naciones amigas y de organismos multilaterales de financiamiento).

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