En la actualidad podemos percibir y apreciar que debido a la época de la tecnología y avanzada comunicación estamos menos conectados y más aún alejados los unos de los otros, es irónico pero es la pura realidad.
Si nos ponemos a observar, nuestros hijos hoy son educados enfocados más en sus competencias que en su concentración a penas en la filantropía, no obstante por mucha ausencia de empatía y sentido de solidaridad, en la interioridad del ser humano siempre va a permanece la gran necesidad de sentirse útil y de realizar algo en beneficios de los demás.
De igual forma en muchísimos escenarios, a pesar de tener el ánimo y el fin de realizar algo de utilidad, es posible que nos surjan las dudas de si contamos o poseemos la capacidad para llevarlo a cabalidad, precisamente porque existe la posibilidad de que no hayamos sido educados para atinar eso que nos forje resplandecer y deleitarse creándolo y brindándolo a los demás.
Una de las cosas que por años ha sido muy cuestionada es por qué vemos como si la educación académica se orientara más a que todo el mundo sea exactamente igual, apagando hasta de cierta forma, la originalidad y los talentos innatos de cada persona. De ahí es que ha nacido la formación integral en las escuelas, de la necesidad de despertar, identificar y explotar ese niño de cada uno de nosotros con preferencias y habilidades muy bien definidas, para que no enterremos nuestros sueños bajo el peso de las normas y las creencias que nos otorgue la educación.
Pero lamentablemente hoy día, hay muchas personas que al no poder vivir reforzando sus destrezas, han dejado de preguntarse qué es lo que realmente les hace vibrar. Y yo entiendo que esa situación provoca muchas consecuencias adversas en los individuos que luego suelen ser reflejadas en los demás aspectos de la vida, porque una de las peores sensaciones que puede tener un ser humano es no sentirse útil, y creerse atascado, oprimido de no poder sacar fuera todas sus grandes cualidades y recursos que todos poseemos en nuestro interior. Ser útil implica ser conscientes de no olvidar al yo que vive en cada uno de nosotros.