¿Separación o unificación?

¿Separación o unificación?

Hace 167 años que nuestros antepasados adoptaron la resolución de sacudirse de una dominación, que por 22 años, había ido suprimiendo las raíces castellanas de una colonia, que en 1822, algunos sectores importantes de las distintas poblaciones de la parte oriental de la isla había solicitado al dictador haitiano Boyer que acudiera a poner orden en un territorio semi abandonado por la corona española.

Haití, después de sacudirse del yugo francés en 1804, se había convertido en la primera colonia latinoamericana que alcanzaba su independencia. Desde aquel entonces sus dirigentes soñaron, y lo convertían en realidad, con sus incursiones a la parte oriental de la isla para apoderarse de la misma que vivía en un abandono agravado por los trastornos que Europa padecía bajo la férula napoleónica.

Las inquietudes juveniles de Juan Pablo Duarte, estimuladas por su paso por Europa, sumergida en los años 30 del siglo XIX en la época post napoleónica, llena de pujos libertarios manifestados en todas las ramas de la cultura y de la política, inició su siembra en 1838 para infiltrar en la mente de los pasivos residentes de Santo Domingo la importancia de tener su propio Estado.

Fue una prédica duartiana que tomó tiempo y sacrificios, así como persecuciones de parte de las autoridades haitianas, no obstante que muchos jóvenes españoles se habían alistado en el ejército del Estado opresor, de forma que adquirieron el entrenamiento militar que serviría luego para que desde 1844 hasta 1856 pudieran sostener en alto la bandera tricolor.

La Separación estuvo consumada; de esa manera Dominicana poco a poco se incorporó a las naciones latinoamericanas independientes. Pero en 1861 volvió a convertirse en colonia española, en un proceso fruto del temor de aquellos dominicanos que siempre dudaron de la viabilidad de un Estado independiente frente al peligro latente de los vecinos occidentales que no ocultaron sus intenciones de hacer prevalecer aquello de que la isla era una e indivisible.

La vida compartida en la isla, por haitianos y dominicanos, nunca ha estado exenta de temores y sobresaltos, en particular cuando la parte oriental despegó hacia el desarrollo a partir de 1962 para enrutarse por un proceso desarrollista, que para el año pasado el nivel de ingresos per cápita superó los $8 mil dólares anuales, mientras para Haití es tan solo de $1,300 dólares anuales.

Esa abismal diferencia, y el hecho de que una buena parte de dominicanos han emigrado hacia otros países, son los responsables con sus remesas de ser los soportes de la economía; por tanto, el país es el foco de atracción de los haitianos, que han encontrado en este territorio su razón de vivir y hacia acá marchan en forma continua y masiva, en que los aparentes esfuerzos para detenerlos resultan inútiles ante la realidad de que es una mano de obra necesaria.

La presencia de tantos haitianos, cada vez más diversificados, desde sus labores de pordioseros y transmisores de enfermedades hasta ser puntales en la empleomanía de los hoteles de los resorts, contribuye poco a poco a que se fortalezca una presencia de una quinta columna, que en un futuro no muy lejano hasta decidirían quienes serán nuestros gobernantes y hasta veríamos de nuevo algún descendientes de haitiano compitiendo para ser Presidente.

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