Separar la paja del grano

Separar la paja del grano

Ciertamente, con la caída de Pérez Molina, en Guatemala, ni siquiera Guatemala resuelve nada, ninguno de los problemas fundamentales de la antidemocracia, ninguno de los problemas relacionados con la verdadera red mafiosa cuyos tentáculos fueron cercenados pero vuelven a crecer, porque no son cortados de raíz.

Desde el punto de vista de los poderes reales, del establecimiento: iglesia católica, militares y policías, chivatos y agentes secretos, legisladores de antes y de ahora, alcaldes, funcionarios de entidades recaudadoras de impuestos, negociantes que compran y venden para los gobiernos y las fuerzas armadas, aduaneros, comerciantes importadores y exportadores, maestros, catedráticos, periodistas y dueños de periódicos, emisoras, televisoras, todos están presentes y vigentes.

Guatemala no ganó, y América menos, con el derrocamiento de Pérez Molina, que bien merece el descrédito y vivir en la cárcel hasta su último día. Pérez Molina es un guardia del sistema, con defectos y ningunas virtudes, un militar formado para él: sí señor, cuya columna vertebral se mantiene más tiempo doblada cumpliendo cualquier tipo de orden que vulnere los derechos de la mayoría.

Esos cuatro jinetes del apocalipsis de los que habla el Presidente guatemalteco Juan José Arévalo en su célebre “Fábula del tiburón y las sardinas”: el imperialismo, las fuerzas armadas, los partidos políticos y la iglesia católica, estaban, están y luchan por mantener sus privilegios y continuar colocándole la bota de la represión y el abuso a las legítimas aspiraciones de los pueblos de América.

Ni América, Guatemala, ni los pueblos ganaron. Sólo se trató de una nueva experiencia, de un nuevo engaño, de un espejismo que durante un instante sirvió para arrancar aplausos, gritos, devolver esperanzas que pronto caerán en el vacío, en el olvido, como las desmayadas brisas de verano que se levantan y desaparecen sin refrescar el ambiente.

Hemos asistido a otro episodio de la larga lucha por lograr la verdadera libertad, la verdadera democracia para los países de aquende el Río Bravo. Una lucha que debe comenzar con la educación del pueblo para que entienda el engaño oculto en el uso de palabras cuyo significado dista mucho del que aspiramos.

En el continente pocas veces, si es que existieron esos tiempos, hubo verdadera libertad y democracia. Los poderes fácticos, alto comercio importador-exportador, iglesia, militares y el imperialismo, han impuesto el modo democrático de la Grecia clásica cuyo ejercicio se basaba en esclavos y una minoría de ciudadanos con derechos.

Ese caramelo envenenado es el que nos confunde, nos desilusiona y nos impide desenredar la maraña, poner las cosas en su lugar, hasta que logremos una verdadera libertad que nos ofrezca democracia con justicia, trabajo, educación, salud.

Es preciso, pues, que volvamos a limpiar el arroz, para que separemos la paja del grano.

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