Séptimo Concurso Nacional de Arte Joven

Séptimo Concurso Nacional de Arte Joven

MARIANNE DE TOLENTINO
La República Dominicana es un país donde el artista joven, muy joven aun, puede exponer con relativa facilidad, pero tiene graves dificultades de supervivencia, si pretende dedicarse exclusivamente a su creación artística. Los concursos son fuentes de recursos, aunque los premios sean pocos y suelen atribuirse en mayoría a quienes ejercen desde hace varios años, algo lógico en un certamen nacional abierto a todas las generaciones.

Por esa razón, el Concurso Nacional de Arte Joven, auspiciado por Helvetas, estimula a los artistas noveles y emergentes, ya que fija un límite de edad para la participación.

Agrada muchísimo que una asociación internacional que trabaja por el desarrollo durable y los recursos naturales, incluya como parte de sus programas, la cultura y el arte. Expresa Jochen Schmitz, director del Programa Helvetas en Santo Domingo: «A Helvetas le complace realizar conjuntamente con Casa de Arte, este séptimo concurso de arte joven que año tras año muestra nuevos talentos y nuevos aspirantes a ser grandes artistas».

Por otra parte, en Santiago, Casa de Arte es una casa de la cultura, modesta en medios y rica en actividades, distinguida por objetivos y resultados. Para los intelectuales, escritores y artistas, los jóvenes en particular, significa un segundo hogar. Más que legítima es su elección como sede del Concurso de Arte Joven. Su director, el profesor y poeta Fernando Cabrera refleja esta vocación de apoyo: «En los jóvenes descansa el entusiasmo del mundo, abrirles las puertas implica brindarles la oportunidad de trillar caminos, errando y enmendando, de ser en plenitud.»

EL CONCURSO

Esta séptima edición del concurso nos permitió compartir las responsabilidades del jurado de selección y premiación, junto a dos grandes artistas, Domingo Batista y Adolfo Nadal Walcott, cuya madurez y reputación se puso al servicio de una causa. Desprendiéndose de todo interés personal y de prejuicios, quisieron incentivar a obras y artistas, que no solamente han tratado un tema vital, sino mostrado ya seriedad en el oficio. Los autores podían haber recibido una formación académica –la mayoría– o ser autodidactas, podían adoptar tendencias discrecionalmente: los jurados los eligieron, en su alma y conciencia, pensando también en el futuro del concurso.

Ciertamente el Concurso de Arte Joven debe recibir un mayor número de participaciones, oriundos de todo el territorio nacional. Algo ha de ser ideado para que la convocatoria obtenga más respuestas… y que el jurado tenga una tarea más difícil en sus opciones. En un país de excelentes dibujantes, no se considera normal encontrar tan escasas obras. Y aunque el grabado dominicano sufre una crisis real, la ausencia de ese lenguaje, desde el reglamento, preocupa, sobre todo lo concerniente a artistas del futuro, y al mismo futuro de la gráfica, entonces eliminada como arte.

Luego, las bases prohíben a los artistas que han ganado anteriormente en una categoría, volver a ser galardonados en la misma. Esta restricción, comprensible, sin embargo no debería existir en esta etapa del concurso. Felizmente, se trata de una prohibición parcial, que no atenta al reconocimiento en otros medios de expresión. Insistimos en el hecho de que este concurso requiere de una mayor popularidad. Cualquier limitación, no fundamental en su esencia, perjudica su avance para las próximas ediciones.

Un buen punto, consecuencia de la flexibilidad del reglamento en ese aspecto, fue la dotación «metálica» de las menciones, gracias a premiaciones desiertas. En efecto, el simple «honor» es de pobre contribución, principalmente para los noveles. Por lo general, si el Jurado es serio, experimentado y capaz –así debe ser–, un reglamento puede autorizarle ciertas modificaciones mínimas, benéficas tanto para los artistas como para los organizadores.

LOS RESULTADOS

La Pintura fue la categoría de mayor cantidad y mejor calidad de participaciones, en consonancia con la tradición de la plástica nacional. La Escultura, menos concurrida, propuso obras creativas y premiables. La Fotografía no dejó de decepcionar por su excesiva discreción, contrastante con el auge actual. Respecto al Dibujo, ya expresamos nuestra perplejidad. Ahora bien, que un concurso de arte joven preserve las categorías tradicionales, y las categorías en sí, nos parece positivo. Llevarlo a instalaciones y video, privilegia más la desorientación que la apertura de nuevos caminos.

Un aspecto básico de este Concurso es que exige del artista someterse a una temática. «El Arroz, simiente de Mundos», consecuente con la misión de Helvetas, no desconcertó a los participantes, que probaron su imaginación y una interpretación, tan ámplia como legible. Obviamente, ese componente diario y esencial de la dieta dominicana nutrió sin problema la inspiración de los artistas.

Si nos apenó la situación del Dibujo, el Premio –único– a Rodolfo Pimentel recompensó a un artista joven comprobado y comprometido con el arte contemporáneo, cuyas convicciones no le han propiciado siempre los reconocimientos que merece. Una obra abstracta, minimalista y difícil, la más contemporánea de todo el concurso.

El Primer Premio de Pintura a Eridelvis López –¿también autor del notable afiche?– distingue a una obra, rica en estructuras –composición y cuadros dentro del cuadro– y en connotaciones, incluyendo a la tierra negra. Muy interesante, lo sigue el «Arroz con Leche» de Edward Santos, aunando la materia evocadora, el «horror al vacío» en lo espacial, la correspondiencia con la canción… hasta el rastro de «canela» en la superficie. Una buena integración de los elementos y el ritmo interior sobresalen en la obra de José Luis Marmolejos.

Las esculturas señalan una ruptura con los patrones tradicionales, lo que es cosa buena, y muestran una vertiente lúdica, bienvenida en sus autores. Fue la categoría más original. Wali Vidal, Primer Premio, mezcla los materiales, los volúmenes y las formas, realiza una síntesis de escultura e instalación, introduce el movimiento, provoca el tacto del espectador. Inteligente y humorístico es el Segundo Premio, atribuido a José Alberto Villalona, que dota a un grano de arroz gigante con gavetas, que contienen tres «acompañantes» de la cocina criolla. Curiosamente, igual fantasía y conceptualidad se observa en la propuesta de Edward Santos, Tercer Premio y ya ganador en pintura.

En Fotografía, honorable pero susceptible de mayores logros, se destacaron María Altagracia Elías Roman, con una foto documental que le valió el Primer Premio, Albarella Ureña –Segundo Premio–, que supo aprovechar conceptual y formalmente escenario y protagonistas (!), y Joan Vida, ganando un bien merecido Tercer Premio por su tríptico y motivo típico de una pulpería.

Las tres Menciones a Roger Mejía ( Dibujo), Patrick Galileo (Pintura) y Leonardo Rodríguez (Escultura) fueron atribuidas a unanimidad del Jurado, como lo fueron igualmente todos los Premios.

El montaje de la exposición, árduo por la calidad de los espacios, supo valorar las obras seleccionadas y premiadas, un reconocimiento más para Casa de Arte y su tesonera labor.

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