Sepultan los restos de Manuel Corripio

Sepultan los restos de Manuel Corripio

MARIEN A. CAPITAN
Con la asistencia de una amplia representación de todos los sectores de la sociedad, fueron sepultados ayer los restos del empresario Manuel Corripio García, quien murió el pasado martes nueve de noviembre a la edad de 96 años. Corripio García era el padre del también empresario José Luis  Corripio Estrada (Pepín) y sus restos fueron velados en la Funeraria Blandino, donde el padre José Vidal ofició una misa de cuerpo presente.

A las diez y media de la mañana, una vez terminada la ceremonia religiosa, el cortejo fúnebre salió hacia el Cementerio Cristo Redentor, donde se daría cristiana sepultura a los restos de Corripio García. Una vez en el cementerio,  el cortejo se dirigió al mausoleo de la familia Corripio Alonso, que está ubicado en la Capilla de Nuestra Señora de Covadonga.

El féretro fue trasladado hacia el interior del mausoleo por seis cadetes de cuarto año de la Academia Militar Batalla de las Carreras, quienes permanecieron junto al ataúd hasta que fue depositado en su última morada.

Posteriormente el padre Ernesto Martín ofició otra misa de cuerpo presente, en la que alabó a Corripio García por su gran calidad humana, su desprendimiento, su apego a la fe, su devoción por la familia y su apego al trabajo y a los afectos.

José Luis Corripio Estrada, único hijo de don Manuel, al pronunciar el panegírico definió a su padre como a un hombre bueno, bondadoso, humilde, generoso, cariñoso y, sobre todo, amoroso con todos los que conocía.

Corripio Estrada destacó además que su progenitor fue un sembrador que, amén de plantar muchos árboles a lo largo de su vida, también supo sembrar fértilmente en el terreno espiritual y  moral.

Tras reconocer que Dios lo dejó a su lado por bastante tiempo, Corripio Estrada manifestó que a pesar de ello hubiera preferido que se quedara un poco más. Por esa razón, como un desquite ante la muerte, Corripio Estrada le pidió un favor muy especial a todos los que lo conocieron y lo quisieron: que nunca lo olviden. “No lo olvidemos nunca para que nunca muera”, dijo.

También destacó la forma de predicar con el ejemplo que tenía su padre. «Él nunca necesitó saber, leyendo, lo que estaba bien y lo que estaba mal: eso lo llevaba dentro de su propia conciencia, le era muy fácil… y su ejemplo hace muy fácil cualquier panegírico. Son 96 años, 83 en este país -donde lo reconocieron como el inmigrante más antiguo vivo hasta hace unos días- fueron suficientes para conocerlo; él nunca tenía que explicar las cosas, cómo se hacían, ni decir qué no debía hacerse; él, en vez de escribir un libro, lo escribió con el ejemplo. Cuando alguien no sabía una cosa, él lo hacía y lo explicaba haciéndolo; el que quisiera haber aprendido con él no tenía que ir a la universidad ni leer muchos libros: sólo tenía que verlo. Dedicado a sus antepasados, a su esposa amorosamente, a sus hijos, a nosotros, nietos, biznietos, a todos, estaba siempre dedicado a todos.

José Luis Corripio Estrada (Pepín) y Ana María Alonso de Corripio; y sus nietos Manuel Corripio y Rafaela de Corripio, José Alfredo Corripio y Laura de Corripio, Lucía Corripio de González y Alejandro González y Ana Corripio de Barceló y Rafael Barceló, así como biznietos y otros familiares.

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