Ser madre soltera no es sinónimo de fracaso

Ser madre soltera no es sinónimo de fracaso

1 de 3
Ser madre soltera no es ser una fracasada”, es algo que tiene muy claro Ángela Quiroz, una mujer que, aunque hoy la vida le sonríe, tuvo que pasar muchas vicisitudes junto a su hijo.

“Dar una mirada hacia atrás y ver lo que fue mi vida, a veces me acongoja pero otras veces me llena de orgullo”, comenta Quiroz, quien dice que para llegar a donde está ahora se afianzó en tres palabras: “insistir, persistir y resistir a las adversidades que la vida nos trae”.

Según relata, todo empezó cuando tuvo que abandonar su hogar con su hijo de apenas un mes de nacido. Y es que vivir con el hombre que se había casado era prácticamente un infierno y decidió mejor lanzarse a la vida sola.

“Yo aún era estudiante universitaria, estaba optando por el título de licenciada en informática. Era una joven que venía de una familia campesina, hija de padres agricultores, o sea, una mujer pobre, y tuve que parar la universidad porque no podía pagarla y atender a mi hijo al mismo tiempo. Su papá nunca se responsabilizó ni económica ni emotivamente de él”.

Ángela trabajaba como profesora de primaria y tuvo que tomar las dos tandas para dar clases. Luego que se estabilizó, retomó sus estudios. Su hijo era cuidado en la casa de unas amistades, donde lo dejaba en las mañanas y lo recogía en las noches, luego de trabajar e ir a la universidad. “Fueron días muy duros, tuve que hacer negocios paralelos para poder subsistir”, recuerda.

“No olvido que mi hermano mayor, que vive en La Vega, me dijo un día que le dejara llevarse a mi hijo a su casa para que yo pudiera trabajar y estudiar. Yo le dije, no, yo voy a lograr el éxito junto a mi hijo”. Y así fue.

Cuando por fin logró terminar su carrera de informática, Ángela, decidida a ejercerla, tocó varias puertas y grande fue su sorpresa al ver que le aceptaban el currículo pero le ponían una condición. “Antes yo tenía que dar un pago en naturaleza. ¿Que significa eso? Que tenía que acostarme con ese hombre para que me diera ese empleo”.

Esta fue una gran frustración para Ángela, quien hoy no solo es licenciada en informática, sino que también se hizo abogada. Por esa razón nunca pudo ejercer esa primera carrera que logró terminar a puro esfuerzo.

“En esos años eramos tratadas como si las madres solteras tuviéramos un letrero invisible en el pecho que decía ‘me puedo acostar contigo”.

Al no poder continuar con su trabajo de maestra por problemas de salud (era alérgica a la tiza), esta luchadora se dedicó a las ventas y con esta actividad logró levantar a su hijo “tanto que hoy el es un gerente en uno de los mejores bancos comerciales del país”.

Ángela Quiroz, quien hoy ya no pertenece al grupo de madres solteras, pues, como cuenta, Dios la premió con un hombre ejemplar, dice que aunque no es tarea fácil criar a un hijo sola, “solo tienes que organizarte y pedir la fuerza divina. En manos de Dios están las soluciones a cada uno de nuestros problemas y necesidades”.

“Nunca tuve que hacer lo mal hecho para criar a mis hijos”. Una vida similar le tocó vivir a Luz María Abreu, quien procreó tres hijos, y para sacarlos adelante sola tuvo que sacrificarse mucho.

“Cuando me separé de mi esposo ellos estaban pequeños. Como él nunca me volvió a dar un peso, me ponía a vender habichuelas con dulce y helados en la casa para sacar a mis hijos adelante. Y aunque a veces no tenía que darles de comer, Dios nunca nos dejó acostarnos sin cenar”, relata.

Más tarde entró a un laboratorio a confeccionar sueros, pero a pesar de que esto le permitía una entrada fija, le exigía a cambio sacrificar lo más valioso que tenía: sus hijos.

“Entraba a las seis de la tarde y en ocasiones llegué a salir hasta a las tres de mañana”, cuenta Luz María.

Como no quería dejar a sus hijos solos, le pedía a una vecina que le prestara a uno de sus hijos para que se quedara con los de ella.
“Yo les dejaba su cena hecha y ellos se quedaban viendo televisión con el hijo de la vecina”, dice.

Luz María cuenta que a pesar de que las madres solteras no eran miradas con buenos ojos en ese entonces, “yo decía que no era la primera ni la última, y para una tener una gente que le dé muchos disgustos, era mejor quedarse sola. Me decía, yo tengo dos brazos buenos, puedo trabajar para echar a mis hijos adelante”.

Y sus palabras no se las llevó el viento. En la actualidad sus hijos tienen 47, 43 y 41. Son profesionales y suplen todas sus necesidades.

“Yo me siento orgullosa porque gracias a Dios no tuve que hacer nada malo para criar a mis hijos, y además ellos se han portado muy bien conmigo. Han sido agradecidos. Yo he logrado una victoria muy grande, gracias a Dios he sido bendecida”, asegura.

En el recuerdo queda todo lo que pasó para hacer a sus hijos gente de bien. No olvida que una vez se quedó sin casa, pues el ciclón David la destruyó, y tuvo que empezar de nuevo… Para levantarla tuvo que jugar sanes. Hoy, sus hijos le hicieron una casa de dos niveles, “vivo arriba y abajo la tengo rentada”.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas