Ser pobre no está de moda

Ser pobre no está de moda

ROSARIO ESPINAL
Cuando un país ofrece mano de obra barata como incentivo para la inversión y la competitividad económica enfrenta graves problemas sociales. Los bajos salarios generan una situación de precariedad general por la incapacidad de la población para satisfacer sus necesidades básicas en una sociedad urbana moderna. Durante miles de años la mayoría de la humanidad vivió en condiciones que en los estándares del presente serían de pobreza, pero en aquellos tiempos las economías eran básicamente de subsistencia.

En el siglo XX, sin embargo, se produjo un aumento significativo en las expectativas de consumo y las aspiraciones de bienestar. Millones de personas han emigrado del campo a la ciudad, y de los países más pobres a los más ricos, produciéndose una transformación social profunda en todo el mundo.

Estas grandes migraciones, que se realizan incluso en condiciones riesgosas para los propios inmigrantes, han tenido como motivación principal la búsqueda de mejores condiciones de vida. Mueve la esperanza de dejar de ser pobre y acceder al consumo de los bienes y servicios que ofrece la sociedad urbana moderna.

Este fenómeno no le es ajeno a la República Dominicana, que tiene alrededor del 10% de su población residiendo en el exterior, fundamentalmente en busca de un mejor sustento.

Con el crecimiento urbano se ha producido una democratización de las expectativas de movilidad social. La tecnología y los medios de comunicación permiten mayor interconexión entre las clases sociales y promueven un ideal del buen vivir en torno al consumo. Los pobres se desplazan con mayor facilidad de un lugar a otro, visitan plazas y supermercados de las clases sociales más altas, y observan cómo viven las personas de mayores ingresos.

En general, la gente está más expuesta al bienestar material de los demás y trata de hacer cambios de vida para alcanzar su propio bienestar.

Por estas razones debe preocupar mucho que en la República Dominicana se registre un alto índice de pobreza y que se promueva el bajo costo de la mano de obra como ventaja comparativa para los inversionistas.

Debe irritar que mientras se habla de reducir la pobreza se destinen recursos insuficientes para enfrentar los problemas vinculados con ella, como la falta de empleos y de servicios adecuados en educación, salud y vivienda.

Debe indignar que los programas de combate a la pobreza que promueven los gobiernos dominicanos y los organismos internacionales sean con frecuencia mal concebidos y mal administrados.

Para muestra dos ejemplos recientes. En su primer año, el gobierno ha desperdiciado la oportunidad de iniciar un proceso de reforma del archipiélago de instituciones públicas que ofrecen servicios sociales, las cuales son vitales para enfrentar los problemas de pobreza. Además, al frente de esas dependencias se nombró a dirigentes partidarios, utilizando criterios políticos en vez de profesionales.

Por otro lado, los organismos internacionales, después que entregan su cartilla de ajustes económicos y austeridad a los países sobre-endeudados como la República Dominicana, promueven pequeños programas asistenciales como «Comer es Primero» para dar la sensación de que hacen algo y mantener el tema de la pobreza en la agenda pública.

Pero programas como «Comer es Primero» y otros subsidios hiper-focalizados que se ofrecerán a través de la tarjeta Solidaridad, son inadecuados para enfrentar la pobreza por razones que los funcionarios gubernamentales y de organismos internacionales conocen muy bien: 1) el subsidio que aportan a los pobres es ínfimo; 2) los beneficios sólo llegan a un grupo muy reducido de la población necesitada; 3) se prestan al clientelismo porque aunque se realicen censos para detectar a los necesitados, los beneficiarios son individualmente seleccionados de un universo grande de pobres; 4) siendo muchos los pobres y relativamente pocos los beneficiarios, se crean tensiones entre los que reciben y los que no reciben ayuda pública; y 5) aparte del subsidio mínimo que otorgan para el consumo, no se ofrecen otras alternativas de mayor impacto para salir de la pobreza.

Por estas razones, hay que repetir con insistencia que los altos niveles de pobreza y desigualdad que registra la República Dominicana no se solucionan con pequeños parches, sino con un esfuerzo sostenido y simultáneo para incrementar los salarios reales de los trabajadores y mejorar sustancialmente los servicios públicos.

Los ingresos y el bienestar colectivo mejoran cuando la mano de obra se califica, cuando los inversionistas se interesan por aumentar la productividad, cuando hay crecimiento económico sostenido, y cuando se ofrecen servicios sociales de calidad a amplios segmentos de la población.

Lamentablemente en la República Dominicana los niveles educativos de la fuerza laboral son muy bajos, los empresarios buscan fundamentalmente explotar la mano de obra barata, y la oferta de buenos servicios públicos nunca ha estado entre las grandes prioridades de los gobiernos dominicanos.

Por eso hay tanta pobreza en este país, aunque ser pobre no esté de moda.

rosares@hotmail.com

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