¿Será posible tener un
carnet de nacimiento?

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MANUEL MORA SERRANO
Consterna (no hay forma de decirlo de otro modo), el hecho de que miles de personas vayan a los oficialatos procurando actas de su estado civil y apenas tengan validez por un año después de certificadas.

Sabemos que la culpa es de los propios funcionarios y empleados de las dependencias del Registro, en contubernio con personas inescrupulosas por las violaciones cometidas antedatando actos, que fueron descubiertas para vergüenza de todos fuera del país, frustrando a muchos valerosos jóvenes en los estudios y en los deportes principalmente.

Los habitantes de un país no pueden estar perdiendo el tiempo diariamente para una cosa que es, y debería ser permanente.

Una de las conquistas más espléndidas de la Junta Central Electoral y del país, es la de la cédula por lo del número invariable, aunque tiene el grave defecto de que no es permanente debiendo serlo y sólo cambiable por causas determinadas: pérdida, robo, cambios de domicilios, deterioro.

¿Por qué no existe algo así con el acta de nacimiento desde que el niño es declarado? El número del folio, del libro, la fecha de su registro, el lugar de nacimiento, la oficina donde está inscrito y los nombres de sus padres no varía jamás, salvo cuando hubieren reconocimientos voluntarios o judiciales, de adopción o de cambio de nombres o apellidos, como en el caso de la cédula, pero esas son las excepciones, no las reglas. Si en ese registro apareciera una foto del infante y sus huellas dactilares cuando se le expida el carnet en la edad escolar, el número asignado sería el de su futura cédula, su pasaporte, su licencia de conducir, etc., si hubiese deseo real de organizar las cosas en una forma definitiva.

Tendrían los futuros habitantes un nombre y un número eternos, registrados en computadoras.

Sin embargo, eso no funcionaría para los que ya estamos nacidos. Para nosotros, creemos factible para acabar con esto de tener que buscar copias de esas actas, que se expidiera un carnet de nacimiento, tan válido como la cédula misma y que a la larga debería sustituirla, donde se haga constar el detalle del nacimiento con número de folio, libro, fecha, lugar y nombre de los padres, y entonces sencillamente una fotocopia con presentación del original sería suficiente como bastan la cédula misma y el pasaporte en la actualidad.

La manía de aumentar el número de empleados dependientes del Estado que tanto les gusta a nuestros políticos para traficar con las conciencias a cambio de cheques o para la percepción de impuestos como hacía Trujillo con la cédula, impide que cosas tan simples como esas se materialicen.

La hora del papeleo farragoso, ha pasado. Vivimos nuevos tiempos. Parece utópico porque aún estamos lejos de alcanzar las metas modernas de producir nuestros instrumentos cibernéticos, pero pronto se podrá, y entonces, con un simple aparatito o “tarjeta inteligente” que contenga los datos en lenguaje ‘Rom’ o de sólo lectura, lo que hoy nos cuesta tanto trabajo, tiempo y dinero se resolvería con extrema facilidad. Si se extraviase, un ‘clon’ podría adquirirse fácilmente porque los datos estarían en un cerebro central accesible por internet desde cualquier sitio o lugar donde fuere menester, como aeropuertos, aduanas, bancos, universidades, escuelas, etc.

Entonces, si usted llega a un país extranjero, la visa y el pasaje electrónicos estarían en pantalla con sólo entrar su tarjeta en la computadora y tanto su número de ticket del equipaje, tiempo de estadía y demás detalles, estaría disponible.

Todavía eso es utópico, en verdad, pero más pronto de lo que pensamos a los infantes se le insertará un chip con sus datos de nacimiento y su número permanente y con entrar un dedo en los aparatos del futuro saldrán en una computadora avanzada y nadie podrá robar su identificad y ese dichoso ser humano, en esa era que vislumbramos de un “mundo feliz” como el de Aldous Huxley, no tendrá que perder miserablemente su tiempo buscando actas como nos sucede a nosotros en esta atrasada del siglo XXI.

Y lo que digo ni es cuento ni novela de ciencia ficción, ni poesía, por más que lo parezca.  

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