Con la victoria aplastante obtenida por el presidente salvadoreño Nayib Bukele en las elecciones presidenciales celebradas en ese país centroamericano el pasado domingo 4 de febrero de 2024, surge la pregunta: ¿Será Bukele el próximo Lee Kuan Yew? De acuerdo con los datos preliminares del Tribunal Superior Electoral, con el 70.25% de las actas computadas, el mandatario perteneciente al partido Nuevas Ideas (NI) supera el 83% y podría ampliar su ventaja con el devenir del conteo. Este mandato electoral, independientemente de su inconstitucionalidad según los preceptos constitucionales que se derivan de la carta magna de esa nación que prohíbe la reelección presidencial inmediata, es un claro mensaje por parte del pueblo salvadoreño que quiere vivir en tranquilidad y aspira a alcanzar las sendas del desarrollo, sin importar el costo democrático que eso conlleve.
A escasas horas de cerrar las urnas, el presidente Bukele hizo acto de presencia en el balcón del Palacio Nacional para pronunciar un discurso de 24 minutos. No solo se proclamaba ganador de los comicios, sino que delineó su plan de Gobierno para los próximos cinco años, abordando aspectos fundamentales del desarrollo del país como la educación, la protección social, seguridad, desarrollo económico e infraestructura. También arremetió contra el establishment político y las organizaciones internacionales que se oponen a su agenda de seguridad. Al escuchar su elocuente discurso, donde se mostró como representante genuino del pueblo, me vinieron a la mente las cualidades de liderazgo del primer ministro de Singapur, Lee Kuan Yew.
Lee Kuan Yew fue primer ministro de Singapur desde 1959 hasta 1990, dirigiendo el país desde antes de alcanzar su independencia en 1965 hasta niveles de desarrollo de primer mundo. Lee fue el guía de estado-ciudad en cada una de sus etapas de crecimiento, ejerciendo control casi absoluto con la asistencia de algunos lugartenientes, algo inimaginable para economías exitosas. Con rebotes autoritarios, Lee coordinó la política industrial, fiscal, monetaria, ahorro e inversión que impulsaron el desarrollo sostenido de dicha nación, así como una política de seguridad implacable y leyes fuertes contra la corrupción, al igual que en el ámbito laboral y migratorio.
Desde 1965 (año de independencia) hasta 1990, Singapur tuvo una de las tasas de crecimiento más altas del mundo, contribuyendo al aumento del ingreso per cápita del país. Para 1965, el ingreso per cápita de Singapur era de apenas US$500, y para 1991 estaba en US$14,500, solamente superado por Japón en Asia y muy por encima de países ricos miembros de la OECD. Al cierre del año 2023, el ingreso per cápita de Singapur supera los US$87,884, por encima de los US$80,412 de los Estados Unidos. De igual manera, Singapur cuenta con el mejor sistema educativo del mundo, como demuestran los resultados que obtuvo el país en las pruebas PISA, y del mismo modo es uno de los más innovadores del mundo. Este hito del desarrollo económico tuvo su génesis en la visión de desarrollo de un hombre visionario y comprometido con el desarrollo de su país que, junto a una élite gobernante comprometida, no cedió ante las pretensiones de grupos hegemónicos que solo buscan el bienestar individual, no colectivo.
La historia nos muestra que cada país e imperio pasa por un ciclo de caída fruto de conflictos internos y externos que desencadenan guerras y revoluciones, hasta llegar a un ciclo de paz y prosperidad, y la misma dinámica se repite una y otra vez (Dalio, 2021). Dalio define la evolución del arquetipo de este ciclo en tres etapas: el ascenso, la cima y el declive, cada una de esas etapas acompañadas de dos características. Por ejemplo, en la etapa de ascenso de cualquier país o imperio, está acompañada de un nuevo liderazgo y orden interno, así como un sistema de gobierno eficiente en la asignación de recursos y una burocracia bien refinada. Cuando dicho país o imperio alcanza la cima, es acompañado de un ciclo de paz y prosperidad, pero también según Dalio, inicia a suscitarse los excesos y la ampliación de la riqueza y otras brechas. En la etapa final de dicho ciclo, que es el declive, las condiciones financieras empeoran y afloran los conflictos internos, dando al traste con guerras civiles y revoluciones.
Singapur emergió desde las cenizas fruto de la Guerra de Independencia y el cisma del Partido Comunista. Con Lee, dieron al traste con su triunfo electoral en 1959 e iniciaron la etapa de ascenso de la naciente nación basándonos en el esquema de Dalio. Una vez al frente de la dirección del Estado, Lee creó dos juntas: una de desarrollo económico y otra de vivienda. Ambas estaban encargadas de trazar la hoja de ruta de la política económica del estado y de viviendas. Para 1960, el Gobierno de Lee se propuso construir más de 10,000 viviendas por año para familias de ingresos medios y bajos; para el año 1965, habían superado la meta. La tasa de desempleo para 1959 era de un 13.5%, para 1967, dicha tasa era del 10%, en espiral descendente fruto de la política de sustitución de importaciones, que luego abandonó por una de promoción de las exportaciones para las elecciones de 1968. Lee y sus correligionarios se alzaron con todos los asientos de la Asamblea legislativa, en clara alusión a lo acontecido con Bukele y su partido el domingo pasado, donde obtuvieron 58 de 60 escaños del poder legislativo. Singapur se ha mantenido en la cima porque no ha cometido los excesos que comenten otros países cuando alcanzan niveles de riquezas envidiables, que empiezan a gastar de manera desmesurada e inician su ambición de poder desmedida por dominación que los lleva a endeudarse sin frenos que originan las caídas estrepitosas que han sufrido otros países e imperios que pregonan ese fetichismo.
En el caso específico de Nayib Bukele, guarda mucha similitud con Lee, ya que ambos apelan al autoritarismo para lograr sus objetivos, pero sin olvidar la palabra empeñada con su pueblo. Bukele, amparado en el declive del nuevo orden mundial establecido en 1945 después de la Segunda Guerra mundial, que ha sido corroído por el neoliberalismo, se inhibe de los preceptos democráticos para dar soluciones rápidas a un elector cada vez más desideologizado que lo que quiere ver son soluciones tangibles a sus problemas. El reto a futuro de Bukele para lograr alcanzar el pódium del desarrollo que logró Lee en Singapur, no solo pasaría por lograr pasar reformas políticas que le permitan perpetuarse en el poder las vías democráticas (reelección indefinida), sino que su política criminal implementada que no es sostenible a largo plazo debe pasar al plano de una verdadera política de seguridad que aborde otras aristas como el aspecto social y económico.
Finalmente, Bukele debe delinear un verdadero plan comprensivo de desarrollo para que logre elevar la calidad de vida de su gente en el ámbito económico, político y social, y no escudarse en su política de estado de excepción, porque de lo contrario, su exuberancia popular se vería disminuida ante las carencias materiales de la gente. Si Bukele logra encaminar a su país hacia las sendas del desarrollo sin hipotecar sus promesas al soberano ante intereses internos y foráneos, podríamos llegar a la conclusión de que estamos ante la presencia del nuevo Lee Kuan Yew latinoamericano.
Referencia:
- Dalio, R (2021).Principles for Dealing with The Changing World Order Why Nations Succeed and Fail. Avid Reader Press.