¿Será nuestro el milenio? Los desafíos del mercado de trabajo para las mujeres en la sociedad de la información y la comunicación

¿Será nuestro el milenio? Los desafíos del mercado de trabajo para las mujeres en la sociedad de la información y la comunicación

POR MAGALY PINEDA
Ya en 1995, durante la IV Conferencia Mundial de la Mujer de las Naciones Unidas celebrada en Beijing, China, más de 25,0000 mujeres proclamamos que el Milenio que se avecinaba entonces, había de pertenecernos.

 Esa optimista consigna partía no sólo de las expectativas de un fuerte y pujante movimiento mundial de mujeres, sino, muy especialmente, de los pasos agigantados dados por las  mujeres en todo el mundo en materia de educación y las cifras aun tímidas, pero que mostraban su pujante presencia en el mercado de trabajo.

Y teníamos razón, hoy, en todo el mundo incluyendo los países de menor desarrollo o de culturas fuertemente excluyentes, tradicionalistas o fundamentalistas, las mujeres han ido sistemáticamente cerrando la brecha educativa con los hombres. En la mayoría de los países altamente desarrollados y en casi todos los latinoamericanos y caribeños, la matrícula  femenina supera a la masculina en todos los niveles y  no sólo en acceso, sino también en menor tasa de deserción y en más alto porcentaje de graduados.

En Estados Unidos, donde el Buró del Censo reportó que a pesar de que hay más hombres que mujeres entre 18 y 24 años (15 millones vs. 14.2 millones) la razón masculina-femenina en las universidades es de 43 a 57, todo lo contrario a las cifras de los años 60 y lejos de las cifras casi paritarias de la década de los 70.

A una mayor participación en el sistema educativo formal, podemos agregar la constatación  de que las mujeres con niveles de medio a altos de educación tienden a leer más que los hombres y que suelen ser la mayoría de los participantes en las más variopintas ofertas educativas no formales. Podemos justificar un optimismo, que, entrecruzado con nuestra capacidad casi genética de realizar simultáneamente múltiples tareas y de vivir, sin morir en el intento, numerosos y entrecruzados roles, se puede decir que nos perfila como los trabajadores más apropiados para este revolucionado mercado de trabajo.

Trabajadoras polivalentes: ¿éxitosas?

Varios autores coinciden en que “el puesto de trabajo sufre un cambio radical.… surge la necesidad de contar con personas que tengan conocimientos amplios sobre los procesos que se desarrollan en la empresa, capaces de realizar distintas tareas, de amoldarse a los cambios que se introducen, cada vez con más rapidez, en su entorno laboral”.

Las mujeres pareceríamos estar a la medida de este nuevo trabajador ya que compartimos con este ideal la visión holística del desarrollo profesional y personal del trabajador que describen muchas de las características de los estilos de trabajo femeninos. Después de siglos de sujeción, nos visualizamos como “personas participativas y abiertas a los cambios, dispuestas a saber, a saber hacer y a saber estar”.

Pero… y aquí viene de nuevo la elusividad de nuestra agenda, lo complejo de este, nuestro largo tránsito hacia el cambio y la igualdad. Lo que la Conferencia de Beijing no podía medir en  aquel entonces, el impacto que las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación tendrían en el planeta, ni prever los nuevos problemas que de dicho impacto se derivarían, tales como tensiones por la gobernanza de este nuevo poder mundial o las consecuencias de la “brecha digital”, entre el Norte desarrollado y el Sur en desarrollo (en aquel entonces ni siquiera se hablaba de “la brecha digital de género”) y mucho menos cómo estos cambios podrían acelerar o plantear nuevos obstáculos a las  mujeres ahora más educadas, más aptas para un mundo cambiante pero todavía arrastrando pesados fardos de la desigualdad.

Hoy, en el 2006, podemos tener una visión más clara de dicho impacto: las nuevas desigualdades que surgen de las múltiples brechas digitales, pero muy especialmente de la tremenda transformación del mercado de trabajo y de las formas de generar riqueza y bienestar.

Todas y todos y no solo los futurólogos, definen la nueva sociedad, como “una era en que la tecnología transformará literalmente hasta el ultimo aspecto del mundo empresarial, de la vida y de la sociedad” (Carly Fiorina ex CEO HP) .

Las mujeres, que apenas empezábamos a disfrutar las mieles de nuestros avances, podemos quedar incapacitadas para enfrentar estos cambios. Aun teniendo a nuestro favor el perfil típico del trabajador del siglo XXI, aun con todas las implicaciones que pueden tener para el Patriarcado los cambios profundos y la fracturas de roles de un mercado de trabajo que desdibuja la dicotomía público – privado, la realidad es, que una ampliación de la brecha digital de género puede minimizar dichos avances.

La nueva  economía requiere, hoy  más que nunca, además de flexibilidad, adaptación y capacidad para realizar tareas múltiples, del manejo de habilidades y destrezas en áreas del conocimiento de las  que las mujeres hemos sido y hemos estado alejadas, por siglos. En esta  nueva economía, sustentada en el conocimiento y liderada por las tecnologías, la cúspide de la pirámide, las nuevas riquezas están ya y estarán más aun, asociadas a empresas y trabajos basados y/o utilizando intensamente dichas tecnologías.

Las y los trabajadores con formación en ciencias, matemáticas e ingeniería, áreas todas donde las mujeres hemos tenido una histórica sub-representación, obtendrán las mayores oportunidades, salarios y beneficios. El escaso número de mujeres en las STEM (ciencias, tecnología, matemáticas) por sus siglas en inglés es alarmante.

Para 1995 las mujeres en EEUU eran apenas el 28 % de los que alcanzaban Bachelor en Ciencias de la Computación y/ Informática, el 17 %  de Ingeniera y apenas el 9% del total de los graduados en Tecnologías en ese mismo nivel. En el caso de los PhD los números bajaban a 17,12 y 11 % respectivamente.

La permanencia de esta situación ha llenado de alarma a las organizaciones de mujeres y ha dado lugar en los últimos años al desarrollo de un sinnúmero de iniciativas tanto de carácter público como del privado. Sin embargo y a pesar de los esfuerzos durante década y media, los avances no son significativos, tal como mostró un reciente estudio de 1a AAUW, que analizo 196 de estos proyectos.

Vemos entonces que, en términos generales, las perspectivas de una entrada ventajosa en el mercado de trabajo para las hermanas norteamericanas no es promisoria ¿Cómo se vislumbra el panorama en el resto del mundo? Lamentablemente, la falta de suficientes estadísticas, pero la evidencia empírica o los datos nacionales hablan del rezago general de la mayoría de nuestros países no ya en innovación, recursos humanos o competitividad sino en aspectos más primarios como conectividad y acceso.

Reconocida por la ONU 

Magaly Pineda, directora del Centro de Investigación para la Acción Femenina (CIPAF) y miembro de la Comisión Nacional para la Sociedad de la Información y el Conocimiento (CNSIC), fue reconocida recientemente por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) al ser seleccionada para formar parte de la Alianza Global de las Tecnologías de la Información, la Comunicación y el Desarrollo (GAID).

Pineda fue seleccionada entre 400 personalidades de todo el mundo, como participante de un grupo de 20 que forman la Red de Líderes (Champion Network) de la GAID. En el grupo participan sólo cuatro representaciones latinoamericanas, de las cuales Pineda, quien fue nominada por la Asociación para el Progreso de las Comunicaciones (APC), es la única caribeña.

En una carta firmada por el subsecretario de la ONU, José Antonio Ocampo, se hace referencia a los aportes de la dirigente feminista para que se preste mayor atención y se establezcan políticas, programas y proyectos que contribuyan a la superación de la llamada brecha digital de género.

La Alianza Global trabajará para ofrecer una plataforma que permitirá articular el trabajo de los gobiernos, el sector privado y la sociedad civil para integrar los resultados de la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información y de la Cumbre Mundial del 2005.

 ¿Qué hacer?

Muchas mujeres, están trazando ya algunas pautas centradas en impulsar reformas profundas en el sistema educativo, para asegurar una enseñanza de calidad y pertinente para todos nuestros niños y niñas, y en el caso particular de las mujeres motorizar un fuerte movimiento para erradicar el sexismo del aula, del corazón y la mente del magisterio, de los libros de texto y de la currícula.

Más aun debemos ser proactivas e impulsar políticas públicas que contribuyan a derribar las barreras históricas que alejan a las mujeres de las matemáticas y las ciencias.

Recientes estudios muestran que más o menos hasta la pre-pubertad (9 a 11 años) las niñas tienen igual rendimiento e interés que los niños en las matemáticas y que les atraen tanto las ciencias naturales como las computadoras, sólo cuando las hormonas y los roles predominantes  las empujan a la obligatoriedad de ser “aceptadas” por los chicos, es decir a vestir, actuar y parecer dentro de los patrones en moda, es que estas empiezan a mostrar rechazo o indiferencia hacia estas asignaturas o hacia la posibilidad de hacer carrera profesional en ellas.

En nuestras realidades, impulsar estos cambios se hace más difícil, no sólo por la baja calidad de la educación pública, sino también por el escaso presupuesto que dedican  los gobiernos a la educación y la falta de recursos que haga posible un trabajo sostenido, especializado y masivo para erradicar el sexismo de la escuela. Pero también ha faltado voluntad política, tanto de las maquinarias nacionales de la Mujer, como del movimiento feminista, de las ongs de mujeres y de la cooperación internacional.

Voluntad política para promover y apoyar, activamente, una enseñanza genéricamente no sesgada o para promover el interés de niñas y jóvenes en las ciencias y las matemáticas a través de programas específicos, clubes, mentorías, talleres y campamentos así como el desarrollo de investigaciones exhaustivas y de calidad que sirvan de instrumento para las necesarias acciones de presión política y Lobby.

Otras áreas a la que tampoco hemos prestado la atención que merece es la orientación vocacional, esta debe ser temprana y de amplia cobertura, permitiendo así que la compleja trama ideológica y el ideal del ser “femenino” no sea lo que continúe definiendo  las “vocaciones” y las carreras de las mujeres.

Quizás la nueva Sociedad de la Información y la Comunicación y su paradigma económico no será nuestro, pero sí, de no cambiar el rumbo, podríamos estar a las puertas de perder una gran oportunidad para un salto cualitativo, pérdida que podría retrasar, quizás por décadas, no solo la igualdad de las mujeres, sino el surgimiento de una sociedad global más justa y  democrática.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas