¿Será que nos cansamos?

¿Será que nos cansamos?

Desde la crisis griega a la fecha el avance electoral del populismo ha preocupado a muchos analistas a nivel mundial. La izquierda radical, Zyrisa gobierna desde el 2009, y aunque terminó aceptando por obligación las imposiciones de la llamada troika europea, el resultado ha sido la recuperación económica griega. Demostrada la eficacia de las medidas económicas, el discurso radical, anti europeo, sin embargo, fue contagiándose hasta lo impensable.
Tanto así que el primer país en plantear salirse de la Unión Europea fuera uno en el cual el nivel de vida de sus ciudadanos es mundialmente envidiable: Gran Bretaña. En un tan sorpresivo como apretado resultado en el referéndum sobre el Brexit salió triunfante la salida formal del Reino Unido de la Unión Europea, aunque encuestas señalaban un resultado apretado pero diferente. Algunos analistas señalaron que el Brexit había triunfado porque los jóvenes fueron apáticos en ir a votar, a pesar de ser proeuropeos.
La mayor de las sorpresas no tardó en llegar. Todas las encuestas populares daban, en los EEUU, como ganadora segura y por amplio margen a Hillary Clinton, quien había sido retada desde las elecciones internas, por un socialista, Sanders, que la enfrentó con tal celo que dividió el voto liberal en muchos estados claves para captar los votos electorales necesarios para ganar la presidencia.
En Europa, desde España hasta los países nórdicos, bajo el miedo que provoca la avalancha migratoria, al menos 170 millones de europeos tienen como representación en el gobierno al menos a un populista. Las excepciones, como Macron en Francia, no parece estarla pasando muy bien con protestas callejeras de impreciso origen y más difusos objetivos que se esfuerzan en convencer que su dimisión es necesaria. El beneficiario directo, aunque dice no tener nada que ver con dichas protestas es la derecha populista francesa.
Igual ocurre en Filipinas, que gobierna una derecha que busca complacer a la población sin importar las críticas mundiales, especialmente en materia de los Derechos Humanos. En Brasil, por ejemplo, ganó un ultraliberal en lo económico, que sin embargo promete populismo de derechas en casi todos los renglones sociales y políticos. En México, el denominado izquierdista Manuel López Obrador tomó protesta como presidente, repitiendo y ampliando las promesas de campaña que más que de izquierdas son de corte profundamente populistas. En España el domingo recién pasado se anunció el resultado electoral en Andalucía con un avance importante de la ultra derecha a costa de la derrota de la izquierda que había gobernado tradicionalmente.
Lo interesante es que no hay una relación directa en el desempeño económico con los resultados electorales. El innegable fantasma de la migración tampoco parece ser suficiente para explicar el fenómeno mundial de un populismo que más que ideológico es anti intelectual y antipolítico. Muchos países, EEUU por ejemplo, ya había sobrepasado la recuperación económica antes que Trump anunciara que “podía matar a alguien, y aún asi ganar las elecciones” . ¿De qué va la cosa si no es la economía, estúpidos?
Si vemos algo en común a nivel mundial, descartando por no ser relevante el desempeño económico en los resultados, es que la clase política a nivel mundial se ha acomodado demasiado. Poca creatividad, mucho discurso desconectado de los sentimientos de la gente, y pocas renovaciones en sus caras. ¿Será que simplemente nos hemos cansado sin importar los riesgos?