¿Será que retirarse es fuñirse?

¿Será que retirarse es fuñirse?

 JOSÉ BAEZ GUERRERO
Un interesante debate se está dando a lo interno del PRD acerca de cuál debe ser el rol del expresidente Hipólito Mejía ahora que su secretario de Obras Públicas, Miguel Vargas Maldonado, es su candidato presidencial. Mientras voceros de Mejía reclaman que se respete su principalía, los de Vargas Maldonado insisten en que el exgobernante representa el pasado y el flamante candidato es el hombre del futuro.  

Al tiempo que se da este aparente enfrentamiento, el expresidente del PRD Hatuey Decamps, quien formó tienda aparte tras salir del PRD a causa de su enfrentamiento con Mejía por oponerse a su fallido intento de re-elección, ha rechazado la invitación de su dos veces compadre Vargas Maldonado para reintegrarse al perredeísmo, alegando –paradójicamente en vista de lo anterior– que el candidato es poco más que un “preso de confianza” del expresidente Mejía.

¡Qué enredo! Estos incidentes son una muestra más de cómo en la política dominicana no existe el retiro. A diferencia de la pelota, la otra pasión nacional, los políticos no dejan de aspirar mientras puedan respirar.

Es como si en el Estadio Quisqueya, Marichal le pitchara a Rico Carty, con el entusiasta aplauso de todos quienes abarrotan palcos y bleachers. Tres monstruos de la política criolla del último medio siglo, Balaguer, Bosch y Peña Gómez, mantuvieron su vigencia hasta que murieron; sólo Bosch tuvo el buen juicio de semi-retirarse, y eso que de los tres fue el único cuya mente padeció los estragos de la edad.

Hace poco, en París el entonces presidente de Francia, Jacques Chirac, anunció su retiro de la política tras una dilatada carrera de más de cuatro décadas. Quizás su mala salud influyó, pero lo determinante parece haber sido el agotamiento de su capacidad para atraer votos. La candidata socialista Segolene Royal dijo que “una página de la historia ha pasado”; el líder derechista Jean-Marie Le Pen opinó que Chirac pasará a la historia como el peor presidente francés; su sucesor, quien era secretario de Interior, Nicolás Sarkozy, basó su discurso en diferenciarse de su dimitente mentor. Al parecer todos se alegraron del fin de la era Chirac.

En casi todos los países democráticos, los políticos, estén o no en el poder, algún día se retiran. Uno de los más poderosos incentivos para retirarse es el fracaso. Si la longevidad política es la única medida, podría argüirse que Chirac fue exitoso, pues reinventó el gaullismo y presidió a Francia desde 1995. Pero su legado incluye una corrupción rampante, una economía cuyo desempeño es peor que el de las demás potencias europeas, una deuda estatal enorme, un creciente desempleo y tensiones sociales agudas, que incluyen violencia racial en barrios de las ciudades. Pero aún en algunos casos de éxito político, como el de Clinton en los Estados Unidos, tras dos períodos presidenciales, usted se va para su casa.

La reforma constitucional norteamericana que limita la reelección a un período adicional, es relativamente reciente. El trigésimo segundo presidente, Franklin D. Roosevelt gobernó de 1933 hasta 1945, cuando salió del poder por causa de su muerte. Fue elegido cuatro veces. Pero la limitante constitucional no impide que clanes políticos se perpetúen en el poder, como los casos de ambos Bush, la senadora Clinton que aspira a la Presidencia, y los Kennedy.

Entre nosotros, la mayoría de los políticos activos insiste en pronunciarse en contra de la re-elección presidencial, como si ella en sí misma fuera mala. Pero el continuismo lo aprueban en todas las demás actividades públicas, desde las presidencias de clubes para jugar dominó, los gremios profesionales y asociaciones sin fines de lucro, hasta la Liga Municipal Dominicana, las curules congresuales, el liderazgo partidario o las ganas de candidatearse.

Uno no sabe, pero sospecha, que retirarse es fuñirse. Los amigos del Presidente Fernández se preguntan qué hará este joven y brillante estadista después del 2012, cuando tendrá menos edad que la que tenía Balaguer cuando fue electo presidente por primera vez. Los amigos de Hipólito Mejía retozan con la travesura de un eventual retorno. Hasta Danilo Medina, que no ha llegado, insiste en volver. En la política criolla no hay fecha de caducidad, y mucho menos cuando contamos con el lujo de veteranos jovencitos? 

j.baez@codetel.net.do

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