Serendipias para un viernes cansado

Serendipias para un viernes cansado

JOSÉ BÁEZ GUERRERO
En una crónica de primera página de The New York Times, el 3 de septiembre, acerca del Metro de Santo Domingo, se señala que los indicadores socio-económicos de la República Dominicana están un poquito debajo de los de Sri Lanka, país insular al sureste de India con 20 millones de habitantes conocido anteriormente como Ceilán, que se independizó del Reino Unido en 1948.

La comparación volvió a traer a mi cabeza la voz inglesa “serendipity”, pues el nombre que los antiguos persas daban a Ceilán era Serendip, y una fábula de aquellos iraquíes de antes, “Los Tres Príncipes de Serendip”, cuyos héroes poseían la facultad de encontrar cosas valiosas o amenas sin estar buscándolas, es la que da origen a esta intraducible palabra, “serendipity”.

La referencia anterior que hice a la serendipitud fue hace pocos días al comentar un juicio del cardenal López Rodríguez acerca de la moralidad, y encontrar segundos después un artículo de Analitica.com, una publicación venezolana en Internet, titulado «El pus y otros males», por Paulina Gamus, en que ésta recordaba al personaje de caricatura argentina Doctor Merengue.

 He averiguado que la palabra “serendipity” es considerada por una casa editora británica como una de las voces inglesas de más difícil traducción. Pese a que en castellano se comienza a aceptar “serendipia”, aún está ausente del Diccionario. Los franceses, tan orgullosos de su lengua y renuentes a incorporar anglicismos, utilizan tímidamente “serendipicité” o “serendipité”, pero prefieren el término compuesto “hereux hasard”, que es más o menos “casualidad afortunada” o, en criollo, hallazgo “cheposo” o “chepa feliz”.

 En Colombia la “chepa” es la suerte favorable, pero en Santo Domingo es algo más que eso, y quizás la palabra que más se parece a la “serendipitud”, pero no son sinónimas. 

 Otra definición casi igual a la de Webster’s es “el efecto por el cual uno descubre algo afortunado, especialmente cuando se buscaba algo completamente distinto”. En la ciencia y la tecnología la serendipitud ha estado presente desde antes de que Aristóteles planteara los fundamentos de la observación directa de los fenómenos como método para conocer las cosas. La farmacología y la química son dos áreas en que abundan casos de serendipia. Pero ésta está presente en muchísimas otras instancias, como por ejemplo el descubrimiento en el Africa por parte de campesinos hace miles de años del café, al observar el cambio de comportamiento de los chivos cuando comían los rojos frutos del cafeto.

 Algunos notables ejemplos de la serendipia –o chepazos científicos– han sido el descubrimiento del citrato de sildenafil, cuya marca es Viagra, como droga contra la impotencia sexual, cuando su inventor investigaba cómo desarrollar un nuevo anti-hipertensivo; el del celuloide polímero sintético logrado accidentalmente por el químico británico Alex Parkes en 1856 cuando experimentaba con solventes, que se trata del primer plástico usado para fabricar objetos sólidos, como las bolas de billar que eran carísimas porque era hechas con marfil. En medicina, se descubrió el rol del páncreas en el metabolismo de la glucosa, cuando en una investigación sobre otro asunto, los científicos vieron que los perros a los que se les había extraído ese órgano orinaban profusamente, y esos pipís atraían a las moscas, indicando un alto contenido de glucosa.

 Y estas tres serendipias me recuerdan un chepazo político. La vía fue esta: la Viagra me recordó que Hipólito Mejía regala pastillas como parte de su atípico quehacer político; el propio ex-presidente tiene amigos a quienes les gusta el billar; y su ascenso político se debió mucho a Peña Gómez, quien murió de un cáncer que del estómago se pasó al páncreas.

 Decía el científico francés Louis Pasteur que si bien los chepazos pueden favorecer a cualquiera, “en el campo de la observación, la suerte favorece sólo a las mentes preparadas”. Para sacarse el premio hay que comprar billetes.

 Y en el panorama político dominicano, el creciente desencanto con el Presidente Fernández y la parte decepcionante de su gobierno, hace que mucha gente tradicionalmente anti-perredeísta comience a encontrar atractivo al candidato Miguel Vargas Maldonado. Habrá que ver qué clase de serendipia resulta, porque buscando una cosa –como se ha visto— quizás se encuentra otra…

j.baez@codetel.net.do

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