Alguien señaló que: “Hay en cada criatura dos naturalezas diferentes: una moral y otra física”.
Esto también se aplica a organizaciones, a países. Sin ser especialistas en “Branding” intuimos que es difícil lograr consenso acerca de la “Marca País”, pues abarca múltiples facetas de lo físico y moral, y también porque la imagen se divulga integrando mercadotecnia comercial y propaganda política.
Además, se entiende que en cada persona coexisten tres naturalezas: lo que la persona es, lo que cree que es, y lo que los demás creen que esa persona es.
En un contexto más amplio, correspondería a los especialistas en el asunto explicarnos qué se persiguió al re-definir la “Marca País”. ¿Se espera difundir lo que somos en realidad, o lo que creemos que somos? ¿Se desearía lograr que los demás crean que somos de una forma tal que nos haga atractivos ante ellos? Esa titánica tarea conceptual acerca de la identidad de “el dominicano”, de “lo dominicano” la ha abordado Fernando Ferrán quien, junto a otros igualmente prestigiosos antropólogos, deberían ser referentes obligatorios para quienes se planteen conocer y promover “lo dominicano”.
Sin tecnicismos, para que una imagen atraiga debe ser auténtica, no irreal, pues según Machado: “El ojo que ves, no es ojo porque tú lo veas, es ojo porque te ve”.
El tema identitario, complejo de por sí, se agrava en este caso particular partiendo del nombre de nuestro país. Balaguer, zorruno, dejó que fueran otros los que prodigaran adulaciones al bautizar a Santo Domingo como Ciudad Trujillo.
En 1936 señaló en el Partido Dominicano: “El verdadero pecado de las Cámaras consistió, señores, en no haber sabido infundir altura intelectual y sentido de reparación histórica a la ley del 11 de enero, haciendo uso de los recursos que la Constitución pone a su alcance para dar al país entero el nombre que quitaron a la más antigua ciudad de América, y para subsanar así el error de los trinitarios cambiando la estrambótica denominación de “República Dominicana” por la de “República de Santo Domingo”, única conocida en el mundo por ser la única que la historia ha consagrado y la única que merece prevalecer sobre la voluntad del Descubridor que llamó a su tierra predilecta “La Española”.
Endosamos un ponderado planteamiento del “Grupo Gazebo”, pues este diagnóstico “ni intenta ni debe ser interpretado como ataque al sector público” encarnado en el gobierno que ya dejó de serlo, ni es una crítica a reconocidas organizaciones empresariales que financiaron y participaron en la reciente “Marca País”.
En febrero 1956 en el XX Congreso del PCUS, Khruschev pronunció el llamado “Discurso Secreto” denunciando los crímenes y el culto a la personalidad de Stalin.
La “Marca País” de la URSS mejoró algo, aunque persistió la censura. El poeta Evtushenko gozó de libertad, pero “Dr. Zhivago” tuvo que publicarse en Italia y, aunque fue glorificado como libro y en el cine su autor, Pasternak, rechazó su premio Nóbel para no tener que exiliarse.
Solzhenitsyn no recogió el suyo. Por acá, en 1961,cuatro meses después del ajusticiamiento de Trujillo, Balaguer viajó a Nueva York y pronunció en la ONU un discurso intentando cambiar la “Marca País”, con el fin expreso de que se quitaran las sanciones impuestas a Trujillo en 1960, en la VI Reunión de Cancilleres de Costa Rica por el atentado contra Rómulo Betancourt.
Señaló Balaguer: “Tras la caída del hombre que personificó durante 31 años el Estado dominicano, se inició en nuestro país un régimen de derecho que ha ido paulatinamente modelando sus instituciones sobre los principios de la democracia representativa”. “… todos los ciudadanos…, por primera vez, después de treinta y un años de oscurantismo político, ejercitan libremente sus prerrogativas constitucionales” “… no es justo que la pena sobreviva al culpable….”
Ante cambios, reales o ficticios, Khruschev y Balaguer intentaron cambiar la “Marca País” de sus repúblicas por lo cual procede preguntar: ¿Ha habido, ahora, cambios reales en la vida nacional? ¿Ha reconocido tales cambios la entidad que dominó todos los poderes durante 20, de los últimos 24 años, dejando marcada su grave impronta durante prácticamente un cuarto de siglo, pues su hegemonía solo tuvo discontinuidad en un corto interregno de 4 años? El fundador de ese partido proclamó que lo creaba para completar la obra de Duarte, Fundador de la República.
¿Ha criticado su ejercicio del poder esa entidad, como hizo Khruschev con el PCUS? El lema del actual IX Congreso del partido local dice mucho: “Hacia la Transformación y el Fortalecimiento de la Identidad Partidaria”.
Según la rae, transformar significa “transmutar algo en otra cosa”, “hacer cambiar de forma a alguien o algo”. Valdría preguntar: ¿Cumplió esa entidad el objetivo que era su razón de ser? De haberlo hecho, no habría razón para transformarse.
Ese partido, al buscar su “Transformación” reconoce que ha habido cambios reales y que, a su vez, debe cambiar su esencia. Siendo así, es ineludible que también se cambie la imagen que ese partido creó aquí y mundialmente. No le conviene a la nación que estadistas e inversionistas sigan viéndonos como si todavía estuviésemos siendo gobernados sin transparencia.
Transformemos la “Marca País”, pues, como sentenció Balaguer,“no es justo que la pena sobreviva al culpable”.