FRANCISCO ÁLVAREZ CASTELLANOS
Oí el lunes pasado en la mañana que se estaba preparando todo lo necesario para otorgarle la ciudadanía dominicana a los haitianos residentes en el país, no sé si solo a los legales o si también a los ilegales.

El caso es que, de una manera u otra, sería un grave, gravísimo error que, en más o menos veinte años, pondría este país en manos extranjeras.

La haitiana tiene fama de ser una de las mujeres más prolíficas del mundo. Nada más figúrense ustedes a unas 10,000 «haitianas-dominicanas», con sus respectivas parejas. En veinte años ya serían un poder que podría decidir unas elecciones, no a ganarlas. Pero, de seguir ese ritmo, no tardaría mucho tiempo sin que los «haitianos-dominicanos», incluyendo los nacidos aquí, ya tendrían su propio candidato a Presidente de la República.

Y si no se ha cambiado, en la Constitución haitiana figura un artículo que señala que haitiano es todo aquel hijo de padres haitianos, no importa el país donde nazca.

Repito, la noticia la oí por televisión el lunes bien temprano en la mañana. De ser cierta, tendremos que eliminar de nuestra historia todo lo referente a la independencia que logramos de los haitianos en el 1844, que nos sojuzgaron durante 22 años, y derribar todo edificio o monumento; borrar los nombres de Duarte, Sánchez, Mella y de los miles de patricios que lo dieron todo (muchos hasta la vida) por una patria libre.

Ojalá y alguien me asegure que escuché mal, que no hay tal intención y que habrá República Dominicana hasta el final de los tiempos, hasta que Dios quiera.

Y con sumo gusto confesaría mi equivocación.