La divergencia entre el llamado progreso material y el progreso moral es tan manifiesta, que tiene motivo la razón para dudar de la realidad de la civilización contemporánea
Eugenio María de Hostos
A través del tiempo, de periodo en periodo, la humanidad ha recibido importantes legados para que, peldaño a peldaño se engrandezca su razón de ser y de existir.
En estos legados, hay hazaña que son raigambre de amor, paz, justicia, y desarrollo en pro del bienestar de la raza humana. Desde esta conciencia aludimos a la labor misionera de la Orden Religiosa los Dominicos que llegó a esta isla, y al llamado nuevo mundo, en el año de 1510 en una labor definida hacia la educación y la evangelización. A los dominicos toca el alto honor de la creación de la primera universidad en el nuevo mundo, hoy Universidad Autónoma de Santo Domingo. Una tercera cuestión, y quizá la menos reivindicada, es su identificación como compromiso divino y social con quienes sufrían la más horrible opresión: los indios de la Isla Española.
Esa identificación con quienes estaban en desamparo, llevó a los dominicos en la persona de Fray Antón de Montesinos, a escenificar uno de los precedentes más significativo, hermoso y conmovedor en procura de los derechos humanos, lo cual aconteció en la Isla de Santo Domingo en el año 1511, un 21 de diciembre, cuando el fraile pronunció el Sermón de Adviento, conocido también como el Sermón de Montesinos. Este sermón pronunciado en el cuarto domingo de adviento, tiempo en que la Iglesia Católica se prepara a la celebración de la fiesta del nacimiento del hijo de Dios, sintetizó buena parte de la realidad social y del drama humano que vivían los indios. De esto sabemos a través de Bartolomé de las Casas en su Historias de las Indias.
La situación constatada por los misioneros dominicos, era de abuso y explotación a quienes -como bien destacaron- estaban en su propio territorio. Los excesos eran tales, que dicha población se fue enfermando hasta ser diezmada y aniquilada totalmente. Al parecer, los españoles entendían que al habérseles encomendado a los indios, el concepto incluía exterminarlos sin ninguna compasión, por eso, desde sus intereses lo veían como algo normal. El poeta Pablo Neruda en su Versainograma a Santo Domingo, poniendo el acento en la situación ya comentada, dice en una de sus estrofas:
Enarbolando a Cristo con su cruz
Los garrotazos fueron argumentados
Tan poderoso que los indios vivos
Se convirtieron en cristianos muertos.
Entonces los misioneros, no teniendo otros recursos para enfrentar el abuso de poder y la usurpación de los derechos de los nativos/nativas, apelaron a la fuerza de la razón que les asistía, y usaron el verbo, la oratoria, para desde el lugar que le era propicio: el púlpito (donde como en cada domingo se reunía la feligresía española para honrando a Dios ), hacer sentir la gran denuncia y oposición a tantos desmanes.
El predicador en su discurso enfrentó la soberbia de ese poder, y habló con severidad cuando luego de la introducción necesaria, y usando la frase bíblica Ego Vox clamantix in deserto (yo Soy la Voz que Clama en el Desierto), inició su memorable alocución, en la que semejó el desierto con la esterilidad e insensibilidad que estaban mostrando los españoles en la isla, y que tal conducta se traducía en pecado grave, un valor importante para la España de la época. Un conjunto de preguntas hechas desde el sermón profundizaban aun más la severidad del religioso, veamos: ¿ Con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas donde tan infinitas de ellas, con muerte y estragos nunca oídos habéis consumido? ¿Estos no son hombres? ¿Estos no sentí? Por todo este conjunto de hechos les advirtió que así no podrían salvar su alma.
Los dominicos actuaron sin miedo, ya que no tenían más intereses que los propósitos de su digna misión, por eso, el sermón de Montesino es un hecho memorable que demuestra la opción decidida por quienes más sufrían la violación de sus derechos, y no importaron las reacciones de desafecto del poder político. Además, este fue un sermón consensuado, pues todos los dominicos estaban de acuerdo, unidos en el pensamiento y en la acción denunciadora, comenzando con el superior Fray Pedro de Córdoba. Por eso, es bien entendible la reacción suscitada por este sermón que motivó que el fraile (para calmar a las autoridades en rebeldía) volviera el siguiente domingo para (según creían ellos) retractarse de lo antedicho, pero ocurrió que Montesino no solo reiteró lo del domingo anterior, sino que endureció aun más su reprimenda por los abusos en la colonia.
La reacción como algo natural, no se hizo esperar. En la página 27 del libro Predicadores de la Gracia ,Javier Atienza y Jesús Espeja, dicen que las protestas llegaron a la Corona, Y Fray Pedro de Córdoba regresa a España para defender ante el rey la posición adoptada por los frailes y los razonamientos que tenían para ello .
Estos barones de sotanas bien llevadas, dejaron un legado de tal dimensión que no es fácil explicar por qué a este hecho no se le ha dado en el mundo de hoy, especialmente en la República Dominicana, toda la importancia que reviste y por qué con mayor frecuencia no lo enarbolamos como un paradigma a perseguir. Este hecho debe estar más vinculado a nuestra identidad, por lo que, el día consagrado a los Derechos Humanos, debía ser en nuestro país el 21 de diciembre, pues en esta fecha y en este territorio, se dio por vez primera el grito o protesta formal a favor de la justicia y los derechos. ¡ Que bueno es tener este legado histórico de tanta altura moral!
Hace varios años que el gobierno de México donó la estatua del Padre Montesinos en honor a la trascendencia de sus aportes a los derechos humanos. La estatua está colocada de frente al mar, pero es indecorosa la forma de cuasi abandono en que se le tiene, careciendo de cuidados, y de hermoseamiento conforme a la dignidad del hecho y del personaje. Aun así, el, monumento más preciado, el que demanda la historia y la identidad, es la emulación en el cada día con el ejemplo a través del compromiso con la justicia y con los derechos.
La metáfora: voz que clama en el Desierto sigue siendo válida. Persisten los obstáculos para que muchas personas y grupos marginados avancen y mejoren su calidad de vida en función del disfrute de sus derechos. De los tiempos actuales podemos tímidamente comparar (salvando la distancia, entre otras cosas) el Sermón de Adviento, con la disertación que para Semana Santa, un grupo de sacerdotes católicos, pronuncian desde la Catedral Primada de América.
Aquí, frente a personalidades civiles y militares, así como de la comunidad católica, en base a las Siete Palabras dichas por Jesús en la Cruz, se tocan temas sociopolíticos, y hacen denuncias sobre problemas como la pobreza, la delincuencia, la corrupción, los vicios, la violencia intrafamiliar, entre otros. Esto ha provocado reacciones en importantes sectores de poder, pero al rato todo sigue igual, y todo esto resulta ser voz clamando en el desierto. En materia de derechos humanos ha habido avances.
Recientemente, el 10 de diciembre, se celebró el Día Mundial de los Derechos Humanos, es decir, el 60 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, hecho acaecido en el año 1948. Es evidente que este acontecimiento vino a responder a una gran necesidad de los países de la comunidad internacional. Haberse legislado nacional e internacionalmente, tiene gran mérito, pues quienes caigan en esas transgresiones se colocan al margen de la ley. El reto es seguir trabajando hasta que no sea necesario repetir por necesidad las memorables preguntas de Montesinos en el Sermón de Adviento.