Powell reconoció que el de Irak fue el peor error cometido de su vida
En 1898 EEUU voló el acorazado Maine frente a La Habana acusando a España de haber puesto minas sirviendo como pretexto para una guerra que le convirtió en potencia colonial. Muchos denunciaron que había sido auto provocación para la guerra. Cuando 75 años después abrieron los archivos se confirmó.
Siempre ha habido especulación sobre si EEUU sabía o no que se produciría el ataque a Pearl Harbor que lo llevó a la Segunda Guerra Mundial. El presidente Johnson anunció que “yolitas” norvietnamitas habían atacado destroyers estadounidenses: pretexto para iniciar bombardeos masivos contra Vietnam del Norte durante cinco años; hoy oficialmente desmentido.
Finalmente: la “joya de la corona” de flagrantes mentiras: las armas de destrucción masiva en Irak, mentira que sirvió para atacar ese país. Colin Powell, entonces Jefe del Comando Conjunto, que se mostró, presentando patanas con instalaciones de armas que nunca existieron, reconoció, más tarde, que fue el peor error de su vida.
EEUU no renuncia a la mentira flagrante como recurso para la guerra o desenfrenadas campañas mediáticas, como en el caso de China, arrastrando a los aliados incondicionales y su cohorte de siempre.
Desde Washington insisten en recurrir a artimañas manipuladas y falsas para justificar políticas. Por supuesto nadie está suficientemente loco para pensar en una guerra con Beijing aunque hay quienes juegan a provocaciones. El objetivo supremo es arrinconar a China, retrotraer su impetuoso avance económico, frenarla. Hay quienes no han despertado del sueño del siglo pasado y duermen una pesadilla.
Abandonaron el argumento de la creación artificial del coronavirus porque es sólidamente demostrado que no es posible, confirmado por la Inteligencia al acalorado Trump. Recurren a la novela del “accidente” en un laboratorio porque no se puede demostrar objetivamente y basta la manipulación desde las orillas del Potomac para que unos lo repitan.
La “nueva evidencia” de la “Inteligencia” es que “supo” que tres funcionarios del laboratorio de Wuhan estuvieron ingresados en noviembre con síntomas “parecidos” al Covid aunque, reconocen, fueron síntomas compatibles con lo que usualmente ocurre en esos meses.
¿Curándose en salud? Sin embargo, lo cierto es que esa historia fue usada por Trump antes de empaquetar; por tanto, nada de pruebas nuevas, como arguyen.
A mediados de 2019 salió otra historia desde Harvard: “descubrieron” que en agosto 2019 hospitales en Wuhan tenían parqueos llenos con pacientes con diarrea aunque, igualmente, agregaron que eran síntomas normales para la época.
¿La “caca” como elemento geopolítico? Ahora Biden dijo que al llegar a la presidencia pidió a la inteligencia investigar sobre el origen del coronavirus –entonces, efectivamente, la “evidencia” no es nueva- y que de tres “cuerpos” dos confirmaron que no había habido “accidente” y otro dijo era “probable” por lo que ordenó otra investigación.
Si hubiera sido al revés, y dos hubieran aceptado la posibilidad y uno la hubiese negado, no habría pedido más estudio: habría sido concluyente. ¿La “inteligencia” por encima de la ciencia? Esperemos que Biden no caiga en trampas ajenas o propias y rescate la buena imagen con que entró a la Casa Blanca.