Servilismo, abstención y entusiasmo

Servilismo, abstención y entusiasmo

Artículos rubricados por personas calladas durante un lustro. Cartas con elogios desmedidos para los mentores del próximo gobierno. Remembranzas boschistas. Felicitaciones grandilocuentes. Oraciones, misas. Fervores triunfalistas. Opiniones opuestas a lo expresado antes que las encuestas pautaran el irremisible arribo de una derrota, que no podía variar con la tecnología ni con la patética nostalgia armada.

Ahora nadie obliga. La única genuflexión posible es frente a los principios, cuando los hay. Nada menos confiable que un renegado. Nada más temible que un oportunista. Las adscripciones tardías al Frente Opositor fueron desesperadas. Penosas. Apartidistas que apostaban a la celebración de una segunda vuelta electoral hicieron malabares de contrición cuando el reloj amenazaba. Les urgía ser vistos por el capitán. No hay remedio. Es inútil la excusa de la represión. Su lealtad es de subasta. Quien la compra no queda mal. Acepta la oferta y asume los riesgos.

En medio del fandango y el servilismo queda la pretensión de encontrar en la abstención un sesgo de reproche. O de hastío. Tal vez de amarga lucidez. Lejos de la vocinglería y del fracaso de una administración fallida, desde su inicio. Después de la votación del 16 de mayo y del número impresionante de sufragios obtenido por el candidato del PLD y del Frente Opositor, alguien debe investigar quiénes decidieron no asistir al colegio electoral y porqué.

En el vórtice de una crisis económica, ética y política sin precedentes, la inhibición de 1 millón 407 mil electores debe ser algo más que desidia o ausencia, cambio de domicilio, enfermedad o prisión. Tal vez ahí estén los vencidos por la denuncia y las promesas, los asqueados con la impunidad. Los que no pueden comprender, consensos, alianzas, acuerdos entre personas separadas, se suponía, por una muralla infranqueable. Son connubios inexplicables que ratifican la miseria política dominicana, la capacidad de amedrentrar propia de grupos decadentes sin validación colectiva, beneficiarios de la desmemoria cómplice. De los borrones sin ninguna cuenta nueva, de la ausencia absoluta de sanción penal, de reprobación social. Sin afectar el pragmatismo, sin pecar de inocentes, hay deshechos públicos que no suman, pesan. Impiden el intento de construir una sociedad sin la opulencia, astucia, honorabilidad y filantropía que encubre al crimen.

Tal vez en la abstención están los que repudian el protagonismo de tanto fascista disfrazado de redentor, tantos asesinos eruditos y ladrones pródigos. Están los que no confunden arrogancia, autoritarismo, con grosería e ineficiencia. Y conocen y detestan las consecuencias de la difamación, la extorsión, el espionaje artero convertido en función pública rentable. Los que aborrecen la cotización de la libertad de expresión, la hipocresía prohijadora del enriquecimiento ilícito, del nepotismo. Están los que rechazan la indiferencia frente a la delincuencia juvenil, la prostitución infantil, el narcotráfico, la violencia policial, el desastre carcelario, las transacciones hechas en las fiscalías. Los que deploran la diplomacia al servicio de intereses particulares, los negocios privados hechos en nombre de la globalización y gracias al parapeto del consulado, la embajada, la imprenta, la agencia de viajes, la ONG.

Quizás se abstuvo una ciudadanía que no confunde retórica con realidad por eso clama respeto a los derechos humanos. Reprueba la concesión del patrimonio estatal a los colaboradores y afines, sin importar que la dádiva tenga fecha de una madrugada de agosto. Una ciudadanía inmune a la grandilocuencia que pretende resumir la solución de los problemas legendarios de una sociedad desigual, violenta y sin instituciones, al equilibrio macroeconómico y considera capricho la demanda de respeto e igualdad.

Entre la votación masiva y los guiños de la tradición servil debe escrutarse la abstención. El resultado podría ser indicio de algo diferente. Indicio, sólo indicio. Porque la validación del modelo y el entusiasmo están en el 57% de los 3 millones 613 700 electores que depositaron su voto en las urnas para convertir en Presidente a Leonel Fernández. También en el 33.65% de persistentes perredeístas que, después de una desastrosa gestión de gobierno, votó por la reelección.-

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