Servir al pueblo para servir al partido

Servir al pueblo para servir al partido

«Esta gran nación perdurará como hasta ahora lo ha hecho, revivirá y prosperará. Antes que todo, déjenme manifestarles mi firme convencimiento de que nada debemos temer tanto como al miedo mismo; innombrable, irrazonable, injustificado terror que paraliza los necesarios esfuerzos para convertir la retirada en un avance.

«En cada oscura hora de nuestra vida nacional, un liderazgo de franqueza y vigor ha encontrado la comprensión y el apoyo del pueblo, el cual es esencial para la victoria. Estoy convencido de que ustedes le darán apoyo al liderazgo en estos días críticos.»

Vuelvo a utilizar una de las famosas frases del primer discurso inaugural pronunciado por el presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt el 4 de marzo de 1933. A partir de ese momento, FDR declaró a Estados Unidos en estado de emergencia como forma de enfrentar la enorme crisis que agobiaba a esa nación luego del «crack» de octubre de 1929. Respetando las diferencias en magnitudes y en los momentos históricos, considero que no sería mal recibido por la ciudadanía si Leonel Fernández proclamara a partir del 16 de agosto de 2004 un estado de emergencia nacional. Eso le daría la oportunidad de reclamar y organizar la participación de todo el pueblo en la tarea de reconstruir la institucionalidad del país. No concibo otra fórmula para afrontar los desastres provocados contra la nación dominicana en los cuatro años recientes. No es con medidas burocráticas a largo plazo con las que se puede salir de los abismos (que no hoyos) en los cuales nos han enterrado los ambiciosos reeleccionistas. República Dominicana necesita su «new deal», una nueva conjunción de fuerzas económicas, sociales y políticas que traten de rescatar la eficiencia y el orden perdidos en la administración del Estado. Tenemos que replantearnos de nuevo qué es nuestro país y hacia dónde queremos llevarlo. El timonel del último período presidencial nos encalló contra los arrecifes por desconocer el rumbo a seguir para dirigir una nación. Al nuevo Primer Mandatario de la Constitución le toca desencallar la nave, repararla y orientarla hacia el lugar correcto: el progreso, sin perder un instante en esa misión.

Quizás no haga falta como en Estados Unidos de 1933 un feriado bancario cual mecanismo para ajustar el sistema financiero a las leyes que antes fueron ignoradas y que habría que cumplir ahora.

Quizás el sectarizado Congreso Nacional reconociera que los altos intereses de la nación están por encima de sus intereses personales y partidarios y se decidiera a apoyar las iniciativas presidenciales de Leonel Fernández sin que hubiera que pagarles peaje por ello.

Quizás el plan de emergencia que necesita este país para salir del marasmo pudiera recibir el apoyo de los partidos y las organizaciones de la sociedad civil. Así se podría estimular a los productores nacionales a integrarse a la lucha contra la pobreza al tiempo que obtienen un adecuado margen de beneficios.

El nuevo gobierno de Leonel Fernández tiene que nacer divorciado del criterio de que los cargos principales deben ser ocupados por «los que se fajaron en la campaña». El grave error del presidente Hipólito Mejía no debía ser repetido. Precisamente ese sectarismo fue lo que entronizó la ineficiencia y la corrupción a todos los niveles del gobierno. Los ejemplos sobran para descalificar el sentido de la lealtad hacia los amigos que practicó Hipólito mientras le daba las espaldas a la patria. Los peledeístas tienen que olvidarse por un tiempo de su lema «servir al partido para servir al pueblo». Por el contrario tienen que aprender a servir al pueblo para así, entonces, servir al partido.

Asumir el control del gobierno central en un momento de crisis generalizada exige tener un plan dinámico para actuar sin pérdida de tiempo. Las medidas tienen que ser puestas en marcha de inmediato, seguidas de proyectos que rindan resultados a corto plazo. Para recuperar la confianza el país necesita de constantes éxitos, pequeñas victorias que señalen el camino hacia la victoria final en esta batalla contra la pesada herencia que reciben. Tienen que coordinar la luz alta que alumbre el objetivo estratégico que se persigue con la luz baja que muestre los obstáculos cercanos que pudieran dilatar el avance como nación.

Y como dijo Roosevelt en 1933: «En cada oscura hora de nuestra vida nacional, un liderazgo de franqueza y vigor ha encontrado la comprensión y el apoyo del pueblo, el cual es esencial para la victoria. Estoy convencido de que ustedes le darán apoyo al liderazgo en estos días críticos».

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