Una herramienta esencial para el planificador de políticas sociales son los resultados de un Censo de Población y Vivienda. Con estos resultados, es posible determinar no solo la cantidad de viviendas y habitantes , sino también identificar el rezago social, los grupos vulnerables, conocer las necesidades de la población de cada localidad relacionadas con vivienda, educación, salud y servicio de agua potable, entre otros temas.
Si bien es cierto que los resultados de un censo son importantes, no es menos cierto que al reflejar la situación imperante en un momento dado, no son indicadores por si solos de las diferentes tendencias que se producen en una sociedad sujeta a un dinamismo constante. Para detectar esas propensiones es necesario tener informaciones anteriores que permita su comparación.
Según las recomendaciones de Naciones Unidas, el plazo idóneo para obtener datos que puedan ser comparados y que reflejen las tendencias de las sociedades, debe ser de una década. Este relevamiento censal permitiría con mucha propiedad comparar la información del último censo con la de los anteriores y analizar la variación de la situación demográfica y social de la población.
Nuestro país acogió las recomendaciones de Naciones Unidas y la Ley 5096 establece que los Censos de Población y Vivienda deben llevarse a cabo cada diez años. Esta programación mal que bien se ha ido cumpliendo hasta la fecha y recientemente se publicaron unos resultados provisionales correspondientes al IX Censo de Población y Vivienda realizado por la ONE.
Al realizar el cotejo entre la cantidad de viviendas del IX Censo (2010) con la evaluada en el IIX Censo (2002), se aprecia que el número de viviendas (con más propiedad soluciones habitacionales) se incrementó en 652,542 unidades al pasar de 2,443,315 (2002) a 3,097,857 (2010).
Es importante destacar que la producción conjunta de viviendas de los sectores formales (público y privado) en nuestro país, en su mejor momento no ha sobrepasado la cantidad de 3 mil unidades anuales.
Considerando esa producción anual de forma sostenida durante el periodo comprendido entre los dos censos cotejados, se concluye que la cantidad máxima de viviendas construidas por el sector formal (tanto público como privado) debe ser del orden de las 25 mil unidades, por lo que del total evaluado como incremento, 625 mil unidades son de la autoría del sector informal, significando esto que más de un 95% de las soluciones habitacionales incrementadas en el periodo, son informales con las implicaciones que esto entraña, que abarca desde la baja calidad física y funcional de la solución, hasta el quebrantamiento de normas urbanísticas imprescindibles para lograr una digna calidad de vida. No podemos olvidar que el factor más importante para el ordenamiento territorial lo constituye la vivienda, obviamente ejecutada dentro de planes y estrategias de desarrollo urbano previamente estudiados.
Este sesgo es preocupante y es una manifestación más de que es inevitable el abandono de las políticas tradicionales en torno al tema y se impone la adopción de enfoques y conceptos diferentes como única forma de moderar esta situación que nos está conduciendo aceleradamente a la degradación de nuestras ciudades con todas las consecuencias sociales y conductuales que esto acarrea.