Sexo por Internet

Sexo por Internet

ÁNGELA PEÑA
Los expertos de la conducta humana no han llegado a explicarse las razones por las que tantos hombres y mujeres se han vuelto adictos al sexo por Internet. Alarmados ante las estadísticas, parecen desconocer si esa es la forma de desahogo de muchos tímidos o si es que no es lo mismo exponer en vivo ciertas deficiencias y pasar por la dura prueba de dejar entrever una disfunción eréctil, la eyaculación precoz, el miembro mínimo o la impotencia sexual, si de algunos hombres se trata. Habrá damas que disimularían frente al monitor sus dificultades de excitación, sus temores o dolores, su frigidez.

Hace unas semanas, Periodistadigital se refería a esta práctica en un extenso artículo que tituló «El sexo que viene» e informaba que ocho millones de estadounidenses pasan por lo menos once horas a la semana con sus parejas electrónicas, mientras que el veinticinco por ciento de los españoles ya utiliza Internet con fines sexuales. «¿Es esa la tendencia mundial que arrastra nuestra vida sexual y la de las generaciones venideras? ¿Nos dirigimos hacia un mañana de placeres electrónicos, digitalizados y robóticos?», pregunta.

Es probable que en la República Dominicana no existan cifras tan precisas como en España y en Estados Unidos, pero el número de amantes cibernéticos existentes en el país también es significativo. Muchos pensarán que la mayoría de la población no tiene poder económico para adquirir un ordenador, pero ya las familias están comprándolo como una necesidad y los distribuidores los ofrecen con pagos cómodos. Además, en las empresas, cantidad de empleados se transporta al cielo robándole horas a sus jornadas para dar calor a sus relaciones íntimas «on line». Los cibercafés han crecido y existen salas de Internet hasta en los barrios más apartados aunque no con el confort y las facilidades de las ubicadas en sitios privilegiados.

Junto con los afrodisíacos y el Viagra, dice Periodistadigital, «el otro gran mito del sexo de estos tiempos es el que propicia la creación de una media naranja mecánica». Cita los robots femeninos del dios Hefesto para compensar su falta de atractivos, como cuenta Homero en La Ilíada, y comenta: «Pero ni un genio como Homero ni un visionario como Villiers de L’Isle Adam –que en 1886 publicó La Eva Futura- pudieron imaginar que la Eva moderna fuera a tener las curvas de un monitor de computadora».

Cuestiona si un píxel vale más que 206 huesos rodeados de carne y agrega que Manuel Manzano, vicepresidente de la Asociación Estatal de Profesionales de Sexología de España, lo niega: «Como todas las cosas, Internet no es ni buena ni mala. Los tímidos han conseguido entrar en contacto con personas con las que de otro modo no hubieran podido. Otros se han vuelto adictos, como pueden serlo al alcohol o al juego».

Dice Manzano que «lo más bonito de hacer el amor es entrar en contacto con otra persona» y que «enchufarse a una máquina y tener un orgasmo es como el que tiene un dolor muy fuerte y toma morfina. Le dará una sensación placentera, pero no será sexo».

El doctor Adrián Sapetti, psiquiatra argentino, espera «que las pantallas de los monitores no nos hagan olvidar el placer de los cuerpos que se tocan, que se acarician, que se besan, que copulan, que se emocionan en un largo abrazo».

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