Sexo tántrico: ¿ficción o realidad?

Sexo tántrico: ¿ficción o realidad?

POR ANNA JIMÉNEZ
El modo occidental de la relación sexual entre un hombre y una mujer es más bien machista, especialmente en las sociedades latinas. ¿Por qué? En principio porque toda nuestra cultura está teñida de un cierto machismo o privilegio del varón, el cual se expresa en la mayoría de las actividades: económicas, políticas, laborales, etc.

Particularmente, en las relaciones sexuales, muchas parejas padecen el yugo masculino de la urgencia por la eyaculación. El hombre busca saciar su necesidad y cree que ésta se completa en ese efímero momento de la emisión del semen, el cual va acompañado de una serie de concomitantes físicos y neurológicos a los cuales se conoce como orgasmo.

Éste es definido como la culminación del placer sexual y, en ese sentido, el hombre asocia la plenitud de su sexualidad con esa descarga. Pero orgasmo también significa «exaltación de la vitalidad de un órgano», según el Diccionario de la Real Academia Española.

¿Puede hablarse de tal exaltación cuando el hombre no puede poner una pizca de control sobre esa función, a costa de la insatisfacción de su pareja y a la larga, de la suya propia?

La visión tántrica es muy diferente. Sabiamente, encuentra la plenitud del placer en el dominio de la eyaculación. Propicia relaciones prolongadas, en que la mujer pueda alcanzar tantos orgasmos como desee. Y, cuando finalmente el hombre decide eyacular, su orgasmo no resulta efímero sino que está potenciado por una gran estimulación previa.

SEXO, MENTE Y RESPIRACIÓN

«El hombre domina su eyaculación -dice Ricardo Daulah- cuando logra hacer desaparecer de su mente la ansiedad por obtener sexo rápido y fácil con tal de «desahogar» su instinto sexual.

Esto se consigue concibiendo a la mujer no como un «recipiente» sexual sino como una diosa simbólica y terrena… como una Energía poderosa a la que hay que dar lo que desea…» (1) Para miles de hombres que hoy sufren una de las más frecuentes disfunciones sexuales, la eyaculación precoz, esto puede parecer una utopía. Pero para la siempre vigente ciencia y práctica tántrica el control no sólo es posible, sino indispensable para el crecimiento individual y de pareja.

El tantrik sabe que en su ser coexisten funciones inferiores y superiores, que cuando están subordinadas unas a las otras hablan de una evolución superior.

Así, el instinto sexual (representado por la urgencia de la eyaculación) está subordinado al control de la mente y ésta, a su vez, a los mandatos de la espiritualidad.

«Se hace sexo con espíritu, sexo con alma, cuando se aúnan la mente y la respiración tanto en los preámbulos del coito como en el desarrollo de la relación íntima.» (1) Mente y respiración van unidas, se mueven juntas. El dominio de la mente es logrado por técnicas respiratorias.

Dominar la respiración es poner control sobre la mente y el semen.

Cuando su emisión se controla a voluntad, el hombre se vuelve dueño de sí mismo, y el más apetecible de todos los amantes.

Tratar de traspolar técnicas tántricas a occidente sin una profunda comprensión de las bases de la cultura y espiritualidad indias es, si no imposible, más bien poco provechoso. Todo en el Tantra está regido por la búsqueda de la unión con El Absoluto. El yogui y la yoguiní, tanto si deciden practicar el maithuna (acto sexual) como si eligen el camino del celibato y la sublimación de la energía sexual, lo hacen con ese objetivo espiritual superior.

«El buscador… debe propiciar en sí mismo el amor consciente, que relevará paulatinamente a toda tendencia de amor mecánico y egoísta. El amor consciente es el resultado de la inteligencia y el discernimiento claro y aprende a poner las causas para que el otro o los otros seres sean felices.» (2) De allí las profundas diferencias con la manera individualista y superficial con la que Occidente desarrolla la mayor parte de su sexualidad.

«El amor tántrico y todas las corrientes tántricas de amor se definen como anticonyugales y sobre todo como anticonvencionales. Hay que entender que son actitudes diferentes la de relacionarse con una yoguiní para realizar el maithuna, la de adoptar una mujer como compañera para desarrollar el amor consciente, la de convertir a una mujer platónicamente en la Reina del Mediodía…» (2) Teniendo claros los objetivos, creemos que es posible beneficiarse con nuevos -antiguos en realidad- puntos de vista.

CONDICIÓN  VITAL

El hombre y la mujer son seres sexuados; nadie podría refutar esta simple verdad. Pero cuando sostenemos que un bebé que acaba de nacer es un ser con sexualidad… Cuando pensamos en una anciana que yace en su lecho de muerte como un ser sexuado, no es tan fácil sostener esa afirmación.

¿Por qué?. Para explicar este problema -que tanto malestar y carencia de calidad de vida genera en muchos- tenemos que mirar a la sexualidad como una condición de la persona integral: física, psíquica y social.

  • Que el sexo es una condición física es evidente: allí están los genitales, los caracteres sexuales secundarios y funciones como la fecundación, la ovulación o la erección para recordárnoslo.
  • Que la sexualidad está anclada en la estructura psíquica del ser humano, desde Sigmund Freud hasta hoy ha quedado más que claro.
  • Que lo sexual organiza en buena medida la vida social, las relaciones entre las personas y la convivencia, ya es más difícil de ver con claridad.

Sin embargo, si no vemos al sexo de esta manera compleja que incluye lo cultural, lo legal, lo artístico, lo patológico y hasta lo comercial, será siempre una esfera incógnita para la mayoría. Tanto en su aspecto de género (ser varón o mujer, más allá de los atributos naturales físicos) como por sus implicancias a través de la satisfacción vital que trae el placer, la sexualidad se resiste a ser reducida a una simple y concisa definición científica.

FUNCIONES

Estamos acostumbrados a separar para comprender. Así se organiza el conocimiento científico, que mira al humano:

  • como una especie entre otras,
  • como un organismo sano/enfermo,
  • como un sujeto feliz/insatisfecho,
  • como un engranaje adaptado/inadaptado de un mecanismo más complejo, etc.

A raíz de esta manera de explicar la realidad, decimos que la sexualidad tiene distintas funciones. De ellas, la más clara e incontestable es la de la reproducción, la de prolongación de la especie. Desde este punto de vista nuestra sexualidad se apoya sobre fuertes estímulos instintivos y aceitados mecanismos orgánicos. En esto nos parecemos a otros -todos- los seres vivos: el mandato del instinto encadena la conducta sexual. Pero a diferencia de otros seres, el hombre y la mujer pueden planificar su función reproductiva a voluntad, cuando cuentan con la suficiente información y medios materiales. Hoy no se habla de reproducción sino de reproductividad, es decir, la posibilidad y el derecho de procrear que tienen las personas, lo cual no siempre se lleva a cabo, al menos de la manera convencional. Hombres y mujeres de todas las épocas, pero sobre todo en el mundo moderno, deciden con más libertad y creatividad cómo resolver este llamado de la naturaleza.

TOMAR PARTIDO

Reducir a la sexualidad a la simple aunque maravillosa procreación es perder una posibilidad mucho más rica y condenar a los portadores de la condición sexual a una insatisfacción vital. Unas cuantas miradas más, aunque no todas las que existen:

  • La condición sexual es una manera de expresarse del ser humano en tanto parte de una realidad bipolar. Frío-calor, negativo-positivo, pasivo-activo, femenino-masculino. Así lo entendieron las antiguas culturas orientales de la India, la China, el Japón, etc., donde la concepción del Universo es explicada a través de esta diferencia de los opuestos-complementarios. El equilibrio entre ambos principios es el estado ideal y saludable, aun en un ser con un sexo concreto, varón o mujer.

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