Sexo y poder

Sexo y poder

Joe Biden, vicepresidente demócrata en el periodo de Obama, católico, 76 años, de visión social liberal, pero de formas conservadoras, ha sido blanco de críticas por dos mujeres en el contexto del movimiento #metoo. Un caso más en un movimiento que inició hace ya casi dos años y que tomó relevancia mundial obligando a que prácticamente nadie quedara indiferente ante la ola contra el acoso sexual.
#Metoo tiene de particular que hace más énfasis en el sentimiento de las personas afectadas, mayormente mujeres (aunque no exclusivamente). El movimiento #MeToo (mitú) busca acabar el acoso sexual y la agresión sexual. Sus orígenes se remontan a octubre de 2017 como un “hashtag” en las redes sociales haciendo transparente la extendida práctica de agresión sexual y acoso, muy especialmente en los lugares de trabajo (pero no exclusivamente). Se atribuye a Alyssa Milano, quien desde tuiter en el 2017 empezó a usar el término alentando a víctimas a denunciar situaciones para hacer visible la magnitud del problema.
Todo empezó con Harvey Weinstein, productor de cine estadounidense, quien el 5 de octubre de 2017 fue acusado de acoso por Ashley Judd, ese pasó trajo como consecuencia una verdadera ola de denuncias:
La actriz Lauren Sivan, una experiodista de Fox News, quien declaró que Weinstein se masturbó frente a ella en los pasillos de un restaurante durante un evento privado. Tal incidente, según Sivan, sucedió más de una década atrás, pero la periodista guardó silencio al respecto «por miedo a sufrir represalias debido a la influencia de Weinstein en la industria de los medios de comunicación», también presentaron denuncias Jennifer Lawrence, Uma Thurman, entre otros.
El movimiento tomó vida propia, y no exento de polémica hay que reconocer que tal como dice Pablo Guimón: el movimiento mitú ha movido el foco de la intención del hombre al sentimiento de la víctima. Biden dijo que nunca quiso actuar de manera inapropiada. Sin embargo, una denuncia señaló que la percepción de Biden no es lo relevante, sino cómo sus acciones le hicieron sentir a ella. “Biden debe comprender que, en el mundo de hoy, el espacio físico es importante para la gente y la clave es cómo lo reciben, no tu intención”, resumió la veterana Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes y una de las figuras más poderosas del partido, antes de decir que no cree que todo esto le descalifique como candidato.
Sin embargo, vale la pena apuntar que si bien la intención no es tan relevante y que las formas permitidas de microacoso no resisten ese argumento como excusa válida no menos cierto es que como dice la antropóloga feminista Marta Lamas: «Hay muchos tipos de denuncias, hay denuncias más serias, hay denuncias anónimas -de las que yo discrepo- y hay denuncias que son hasta una frivolidad” y es necesario que las últimas, las denuncias anónimas (aun sean verdaderas) y las frívolas sean criticadas no sea que terminen por desprestigiar un movimiento de raíces indiscutiblemente legitimas.
Marta Lamas lo describe perfectamente “… al decir basta ya con el acoso, lo que están diciendo las mujeres es basta ya de prepotencia machista, basta ya de desigualdad, basta ya de una serie de prácticas laborales muy perversas, de poner a las compañeras a trabajar y ellos apropiarse del trabajo, de condicionar el empleo a los favores sexuales». Una responsabilidad para todos, pues en el fondo no se trata de redefinir las relaciones sexuales, si no las relaciones de poder, en el lugar de trabajo y más allá.

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