Shakespeare y Juan Luis Guerra a la carta

Shakespeare y Juan Luis Guerra a la carta

DIÓGENES VALDEZ
No creo que exista sobre la faz del planeta un hombre medianamente culto que no haya escuchado el nombre de William Shakespeare, la voz más alta de la literatura inglesa y una de las cimas de la literatura universal. Nacido el bardo inglés en 1564, falleció un 23 de abril de 1616, paradójicamente el mismo día y año que muriera don Miguel de Cervantes y Saavedra, el bien llamado príncipe de las letras hispanas.

Poniendo en un lugar aparte a los teatristas, no pienso sin embargo que abunden las personas que conozcan en extenso la obra del gran dramaturgo inglés, nacido en ‘Stratdford upon Avon’. El teatro tiene la particularidad de que aún siendo un género literario sólo existe cuando se lleva al escenario. Es un género que no se hizo para ser leído, sino para contemplarse y meditarse por medio de la actuación. Una misma obra podría ser buena, mala o regular, dependiendo de los actores que participen en ella.

Y como se trata de un género para ser leído exclusivamente por actores, en un medio como el nuestro donde el género teatral es limitado y donde también, directores y actores han mostrado un respeto casi sacramental hacia las obras de Shakespeare, tengo serias dudas de que sean muchos los que conozcan a profundidad la enorme producción teatral de Shakespeare (Hamlet, Otelo, Macbeth, Romeo y Julieta, etc.), y menos aún, aquellos que puedan establecer algún vínculo con la realidad social dominicana, ya sea a través de situaciones, o relacionando dichas obras con figuras del cotidiano vivir.

Por nuestras calles es posible que deambulen algunos personajes shakespearianos: locos (fingidos o reales) como Hamlet u Ofelia; enamorados sublimes como Romeo y Julieta; celosos enfermizos como Otelo, chismosos al estilo de Yago, víctimas de la ola feminicida que nos azota, como la infeliz Desdémona, y si investigamos un poco, hasta brujas, demonios y gnomos podríamos encontrar.

En Las alegres comadres de Windsor (Acto V, escena 5), se presenta una escena interesante, especialmente para todos aquellos que somos admiradores de Juan Luis Guerra: Falstaff, enamorado empedernido, mientras espera a una de las tantas damas que corteja, para hacer más placentera la espera, dice en el inglés de la época, lo siguiente:

Let the skie raine potatoes

Lo que en lengua de Cervantes y en buen dominicano equivale:

¡Ojalá que lluevan papas del cielo!

Que interesante sería, que desde el más allá Shakespeare (o Falstaff) pudiera unir su voz a la de nuestro cantautor y que ambos cantaran a dúo: Juan Luis, por un lado su ¡Ojalá que llueva café en el campo! Y el gran bardo inglés (o su excéntrico personaje Falstaff) su ¡Ojalá que lluevan papas del cielo! y que ambas peticiones pudieran convertirse en realidad.

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