Un ruinoso comportamiento climático de sequía tiene contra la pared a productores de maíz de la provincia de Puerto Plata que se endeudaron considerablemente para cultivar; y tan hostil como la naturaleza podría resultarles la ausencia de mecanismos expeditos que acudan a identificar su realidad para proceder en consecuencia. Su caída en incapacidad de pagos necesitaría una automática respuesta reparadora a provenir de un fondo institucionalizado o de la cobertura de pólizas contra daños eventuales.
Algún auxilio debería existir también para 250 agricultores que recogieron 70 mil quintales de cebolla en zonas adyacentes a San Cristóbal bajo compromiso previo con aval del Estado de que el bulbo iría al mercado por canales del comercio ya identificados que ahora no aparecen. Sudaron en grande e invirtieron ahorros para ahora tragar en seco.
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Ninguna comunidad de cultivadores en el mundo sobrevive sin apoyo de entes estatales o aliados a iniciativas privadas para cuando llegan plagas, inundaciones, carencias de agua o inesperados excedentes de renglones que desploman precios. Las potencias exportadoras, campeonas subsidiando, son el mejor ejemplo.
Escúchese en adición el canto doloroso de caficultores y recolectores de aguacates de las comunidades sureñas de Los Fríos y Las Lagunas que tras una cuantiosa inversión pública de sustentación son víctimas de la falta de continuidad del Estado, quedando privados de brigadas extensionistas para salvar cosechas.