Si Dios no construye la casa, de nada sirve que se esfuercen los constructores. Si Dios no vigila la ciudad, de nada sirve que se desvelen los vigilantes.
El salmo 127, en su versículo 1, de la Biblia, es válido no solo desde el punto de vista literal, a la hora de la construcción de un edificio, una torre de apartamentos, un plantel escolar o una vivienda; lo es también desde el punto de vista espiritual, en el sentido de que si Dios no ocupa un lugar importante en el corazón de una persona, todo lo que esa persona haga, al final, no tendrá sentido, “de nada sirve”. Nada hemos traído al mundo, ni nada podemos sacar de él.Cuando se firmó el pacto educativo, el
año pasado, mencioné en mi artículo Dios y el Pacto Educativo, publicado en ese diario, el 8 de abril del 2014, que era necesario la enseñanza de la Biblia en las escuelas.
En septiembre se celebró el Mes de la Biblia, y no recuerdo que a nivel oficial se hiciera una actividad en donde se hiciera mención de ese tan valioso libro sagrado, inspirado por Dios.
Hay quienes consideran que eso debe ser una labor privada y personal de los padres y de las familias, y que el Estado no debería tener ninguna dirección o influencia en la vida espiritual de los individuos. Pero eso es un error.
Los valores como la honestidad, la responsabilidad y la integridad, solo es posible encontrarlos en las enseñanzas de Jesucristo. Y eso hay que inculcarlos y practicarlos no solo dentro de la familia, sino también al interior del Estado y de la sociedad en general.
Aquel que a Dios teme, le saldrá bien en todo. Eclesiastés 7:18. Pero al revés: La corrupción, el soborno o la extorsión son espíritus malignos, ni el propio Presidente es responsable directo; es una irresponsabilidad individual, es una consecuencia de la falta de temor a Dios. A Saúl le llegó un espíritu malo cuando desobedeció a Dios. 1 Samuel 18.10
La protección y la cobertura de Dios deben estar en el centro de toda enseñanza. No hay quien pueda con su poder ni con su gloria. Aun con los mayores presupuestos, sin Dios, no hay camino de felicidad, no hay vida eterna.
Hay que reflexionar: si se encamina la nación a que honre la Biblia, el símbolo que tiene el escudo nacional, y que se enseñen valores no solo en las iglesias, en los hogares, sino también en las escuelas y en las instituciones públicas y privadas; o el otro camino, si se prefiere seguir construyendo sin temor a Dios, sin valores en las aulas. Existe el libre albedrío para escoger. Pero buscar a Dios, por medio de su palabra, en lo personal, es la mejor opción.