Si el Mesías hubiese venido en el siglo XXI

Si el Mesías hubiese venido en el siglo XXI

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Si apartáramos por un momento la promesa divina de la Parusía, y ahora fuera que Dios decidiera mandar por primera vez a su Hijo a la Tierra, con toda su modernidad y globalización y viviendo en una sociedad secularizada, sería muy estresante el impacto cuando todos los valores están distorsionados, fruto de la secularización y consumismo galopante que a todos nos empuja a poseer toda clase de recursos y medios para competir con los semejantes y la fe ha sido desplazada a un rincón de lo desechable.

El Hijo de Dios tendría que hacer uso de todos los medios electrónicos de comunicación para hacer llegar su mensaje, que esta vez podría ser escuchado mediante el uso de altoparlantes, cosa que no existía cuando Jesús predicaba en las tierras palestinas; tan solo en base a que el Espíritu Santo intervenía era posible llevar al corazón de la gente aquellos mensajes predicados a viva voz, sin medios de reproducción de la palabra, ante millares de creyentes y buscadores de la sanación de los males que, según la Biblia, en ocasión de la multiplicación de los panes y peces hizo sentar en grupos a la gente y tan solo eran más de cinco mil hombres, sin contar a los niños y mujeres.

El Mesías, en el siglo XXI, encontraría un mundo labrado por los imperios modernos para que sus industrias produzcan todos lo que demanda la gente, atosigada por las promociones al consumismo. Ahora se apoyan en el libre comercio, dinero del FMI para salvar a los acreedores de los países con deudas peligrosas, o quizás cayendo en la insolvencia o default como dirían lo expertos, o la tentación de la droga dominando a los gobiernos.

Ablandar el corazón de los humanos del siglo XXI podría ser una tarea, como decía Simón Bolívar, de arar en el mar, cuando quería hacerle ver a los suramericanos las ventajas de vivir en libertad allá por la primera mitad del siglo XIX. Así, el Hijo de Dios, en el siglo XXI, se toparía conque tendría que acudir a los foros más importantes del mundo, como sería una presentación en las Naciones Unidas, así como la infaltable presentación en el Congreso de la capital del imperio mundial, para impactar; de forma que los medios comprendieran que algo distinto comemzaba a ocurrir, para sacudirnos de como llevamos la vida, acomodada a darle gusto al hedonismo que casi todos los humanos llevan dentro, y por igual, la maldad innata que provoca tantas guerras, violencia y los daños a la vida humana en atropellos y destrucción de los débiles, incluyendo el daño al medio ambiente.

El Hijo de Dios tendría ahora una cruzada más importante y vital, distinta a la ocurrida en las tierras palestinas hace dos mil años, cuando los mensajes divinos tuvieron que ser recogidos por una intervención intensa del Espíritu Santo. El San Pablo de aquella ocasión se agenció un cuerpo de redactores de primera que andaba con él por todo el medio oriente y las tierras orientales del Mediterráneo, para recoger sus mensajes. Ahora existiría un abundante cuerpo de redactores con modernos equipos de computadores que editarían los mensajes al instante, y más que el Mesías se haría entender, por su origen divino, en todos los idiomas sin tener que utilizar traductores.

Con las facilidades aéreas llegaría el Mesías de un confín a otro del planeta en breve tiempo, para cumplir una misión que Dios le encomendaría debido al derrotero que está tomando la humanidad, camino a su destrucción, con políticos con ínfulas mesiánicas y de predestinación acomodada, para sentirse con el derecho y poder de masacrar con misiles poderosos a inocentes de otra creencias, como ha ocurrido en Kabul y Bagdad.

Ahora existe un derrotero delicado, debido a que a nombre de la globalización se quiere que todos los países piensen igual, abriendo sus fronteras para que las grandes industrias de los países desarrollados desplacen a la de los países infelices, y a nombre de una producción masiva se buscaría la forma de que los países con menos suerte se ajustaran a los requisitos de las potencias mundiales. Se pretende que el nuevo orden mundial sea de una voz unidireccional para dirigir hasta las creencias y deseos de cada quien, extirpando el derecho libre de adorar al Dios que todos queremos y que sea de amor y no de imposición.

El Hijo de Dios tendría una enorme misión en este tiempo, ya que así como Moisés no pudo ver la tierra prometida después de que guiara al pueblo elegido durante 40 años en el desierto, así Dios vería que en dos mil años desde la prédica en tierras palestinas la fe fue desvirtuada, acomodada y ensangrentada. Se necesitaría algo impactante y decisivo para que, finalmente, la humanidad del siglo XXI cumpliera con su misión trascendente de la Creación, estableciendo el reino del amor en este planeta, uno más del Universo.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas