Si el mundo fuera perfecto, no tendríamos que defender a los consumidores, a las mujeres, a los niños, ni luchar contra las desigualdades y, lo más elemental, no existirían las guerras.
El Domingo de Resurrección me atrajo la discusión que tenían unos niños que jugaban en el parque; ninguno llegaba a los diez años, eran realmente niños. Encontraron un ave pequeña que, al parecer, se había accidentado al volar, y se armó una disputa entre ellos sobre el destino de la avecilla. Las niñas, casi en coro, gritaban que debían liberarla para que su madre la encontrara y la cuidara. Uno de los varones se negó y se apropió del pobre pajarito, pretendiendo imponer su voluntad, mientras las niñas insistían en que podría morir en sus manos.
El temor de las niñas era por la forma en que el niño asumió la propiedad del ave, casi con intenciones de acabar con la vida del pajarito y no de salvarlo.
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Entonces pensé en la presunción de que en los niños no existe la maldad y también en las distintas formas de cómo se manifiesta la naturaleza humana y en el surgimiento de las contradicciones entre las personas y los grupos donde se organizan.
El apropiarse de algo parece que marcó el inicio de todas las contradicciones que han conducido a la humanidad al estado de casi exterminios, aunque también al progreso. Las contradicciones forman parte de la naturaleza humana pero también son la expresión de todos los seres vivos, porque las disputas son imputables a todos los que integramos la fauna y la flora del planeta. ¿Acaso no se pelean los animales y las plantas que luchan con otras por ganar los rayos del sol?
Pero se supone que el ser humano, el “Homo Sapiens”, el que piensa y razona, ha sido el responsable de todo lo que sucede, incluyendo el infierno de las guerras que son el exponente de los más altos grados de contradicciones.
La filosofía ha clasificado las contradicciones y les atribuye valores importantes, como es el hecho de que estas han conducido al progreso de la humanidad. Nunca he olvidado que “las cosas progresan impulsadas por sus contradicciones internas” y que existen distintas formas de contradicciones, las cuales también difieren en las formas de afrontarlas, y lo inteligente es solucionarlas para producir la armonía necesaria para impulsar las cosas por las cuales se ha discutido.
Hemos sido capaces de crear las contradicciones y, a la vez, superarlas, y dentro de esa capacidad hay que destacar el “Contrato Social”, que ha trazado las reglas del comportamiento moral y político, y es el gran aporte de Jean-Jacques Rousseau, quien fue muy crítico de la sociedad burguesa a la que atribuyó los sufrimientos y las injusticias que sufre el ser humano.
El apóstol Pablo, en una de sus cartas a los Romanos, habló de las contradicciones internas, esa que se disputan entre el bien y el mal: “Hago el bien que quiero y obro contra el mal que no quiero”.
El entorno global desvanece el sueño del mundo perfecto; el clímax de las contradicciones expresadas en todas las guerras que vivimos, que no sabemos hacia dónde iremos a parar, pero mientras tanto, me conformo con la reducción de la desigualdad que nos separa tanto como seres humanos.