Sí, estamos mal, muy mal

Sí, estamos mal, muy mal

Los nacionalistas ahora salen en defensa de República Dominicana, mi país. Estamos sacando las garras para defendernos por consistentes ataques por la inseguridad ciudadana y nuestro argumento es que las cosas no están tan mal como las pintan. Es cierto, no están tan mal, quizás estén peor. Lamentablemente en mi tierra la inseguridad hace rato les ganó la batalla a las autoridades, pero los de arriba pretenden engañarnos diciendo que se trata de percepción o casos aislados. Ustedes tienen cuchumil seguridad y así nadie se siente inseguro, bajen al barrio para que vean la otra cara de Quisqueya.

Ahora me toca hablar…

Pertenezco a una clase pobre de mi país con algunas posibilidades de crecimiento gracias al tesón de mi familia y el empeño que le he puesto a la formación constante. Estoy convencido de que solo con conocimiento puedo escalar, pero esa percepción mía también responde a un contexto social donde nunca me faltó pan y agua. Esa no es la realidad de otros, de la mayoría de los marginados locales. Aquí, mis queridos funcionarios, hay dominicanos que se levantan sin saber qué van a comer ni de dónde van a jalar para alimentar a los suyos. La desigualdad social es tan abismal que caben las barrabasadas de ustedes y sobra espacio, y eso es mucho decir.

La campaña que internacionalmente tienen en contra de República Dominicana no existiera si no diéramos razones para eso. Si los de aquí no estamos seguros, imagine qué le puede pasar a un turista que llega pensando en el paraíso y se lleva tremenda sorpresa, si queda vivo. Claro, para la cantidad de extranjeros que llegan los casos han sido mínimos, pero es que no debería suceder ni uno, es que si nos seguimos llevando de las estadísticas no vamos a mejorar nunca.

Para el Presidente y todos sus funcionarios la situación en esta media isla no está mal, y con razón. Andan escoltados, nadie se atrevería si quiera a asomarse a una figura de primer orden. Cuando ven que una persona en la calle se le acerca a un funcionario puede estar seguro que su seguridad sabe hasta la pasta dental del individuo y su intención. Sin embargo, a todos nos ha tocado de cerca la situación calamitosa del país, incluyendo al primer mandatario.

Ustedes, los de arriba, no sufren el trajín del tránsito diario porque no cogen tapones y si las vías se vuelven intransitables, basta con echarle gasolina –de mis impuestos- al helicóptero y a volar se ha dicho. Desde arriba casi no se percibe el peaje del policía para quitarte los dos miserables pesos que te ganas a puro coñazo, desde un avión no se escuchan los gritos de la mujer constantemente golpeada por un abusador. Desde una oficina bajo aire no se ve el niño que pide comida en la calle. Es muy bonito hablar de macroeconomía cuando los micro vivimos en una selva donde ni siquiera sobrevive el más fuerte, sino el que pueda pagar su protección.

Las cosas están tan jodías que, si te desmontas en una esquina a comprar una botella de agua, antes de salir del carro chequeas si hay un motorista para que no te atraque. No ves a nadie y sales, pero antes sacas todo lo de valor porque fácilmente te rompen los cristales de diez pesos para llevarse un celular de dos. Cruzas la esquina en pánico, presuroso y nervioso porque en un segundo se te tiran y te dan un tiro para quitarte lo tuyo. Llegas al colmado y para comprar tiene que ser a tres metros del vendedor que se protege con verjas.

Andas en tu carro y te paras en un semáforo con miedo a que vengan y te atraquen mientras cambia la luz, o a que llegue un limpiavidrios y te rompa el cristal si le das menos de 50 pesos. Por eso de noche nadie respeta semáforo, la valentía no alcanza para arriesgarse 30 segundos en la madrugada, hacer eso es casi una sentencia de asalto. Tampoco te atreves a entrar a pararte si la policía te detiene porque es muy probable que sea para terminar el trabajo del delincuente sin uniforme. Nadie confía en nadie en la calle, andamos aislados e histéricos, atentos a cada movimiento para correr o pelear.

En mi país la gente no está segura a ninguna hora ni en ningún lugar. Te atracan en Naco, en Capotillo, en Punta Cana, en Barahona, en una tienda, en una farmacia, en una oficina, en un autobús corriendo, en el parque, en el cine y hasta en tu casa. Si antes el pánico era surcar por los barrios marginados de noche, hoy el miedo está donde sea y cuando sea. Si te armas es peor porque entonces te matan para quitártela y aumentar el atraco. Tu techo, que antes era sagrado, es el espacio de iniciación del nobel ladrón para entrar al club.

República Dominicana está mal y lo primero que debemos hacer para mejorar es reconocerlo. Sí, hay una campaña en nuestra contra, y con razón coño. Entonces ves a un maldito funcionario con un boato asqueroso, gastando el dinero público en antojos abusivos. El de abajo ve esa vaina y se llena de impotencia porque no tiene ni para un vaso de agua y el otro, gracias a la corrupción, se baña con champán. Hay que tener una inteligencia emocional muy elevada para no hacer lo mal hecho porque las razones sobran, y el mal ejemplo viene desde arriba.

Estamos mal como país y la mayor culpa la tienen los gobiernos, todos los gobiernos. Aquí la ley funciona para el pobre, los impuestos los pagan los medianos y a los ricos les vale madre lo que pase porque si se complica la vaina cogen un vuelo y adiós patio. En el barrio las cosas están mal y ese cáncer ya llegó a los sectores pudientes, ya nadie está seguro en ninguna parte, ni siquiera en el Palacio Nacional. Dejen de justificar esta mierda en campañas internacionales, reconozcamos que estamos enfermos para poder sanar. Yo quiero un país mejor, pero si las cosas siguen como van, dejaremos esta vaina para que se maten entre ustedes, abusadores.