La sociedad ha cambiado. Hoy son otras las costumbres y los valores, pero también sus instituciones incluyendo los partidos. Aunque algunos mantengan amor y apego a los sentimientos partidarios, evidentemente para otros dirigentes y militantes las motivaciones son otras.
Por ejemplo: Muchas de las personas que se han ido incorporando a los partidos que surgieron con pensamientos ideológicos y bajo el liderato de figuras prominentes como Bosch en el PLD y Peña Gómez en el PRD, ni los conocieron ni tampoco se sienten necesariamente comprometidas con sus ideologías. Esas nuevas generaciones junto a los que provienen de otros litorales que se están convirtiendo en las mayorías dentro de sus organizaciones, tienen más vinculación con los actuales actores que con los que los inspiraron.
Conocen y hasta cierto punto tienen más compromisos con los actuales líderes o jefes de tendencias que con sus organizaciones. Saben quién es Hipólito, Leonel, Danilo, Miguel, etc. Les agradecen, los admiran o tienen esperanzas en que puedan servirle para alcanzar algún propósito, lo que en cierto modo cambia el anterior esquema de amor y apego a los partidos y hacia sus principios, que se han ido desvaneciendo con el tiempo. Se han frizado o no han caminado al ritmo de la sociedad.
Pensar que la exclusión de dirigentes importantes soluciona sus problemas internos, es una quimera, y más aún si creyeran que una estrategia con la intención de provocar una separación para luego provocar que esos afluentes se desvíen o retornen hacia su cauce matriz con aguas totalmente renovadas, sería suponer que podrían volver sin las mismas piedras, arenas y escollos que los separaron, a menos que en el camino se produzcan embalses o recolectores con capacidad para purificarlos. Cuando se producen separaciones, se crean nuevos compromisos dirigenciales, y de inducir un retorno posterior a su cauce matriz, podría provocar mayores escollos y enfrentamientos por posiciones, no solo en la dirigencia nacional, sino en las provincias, municipios, zonas, etc., porque hay además muchas senadurías, diputaciones, alcaldías y regidurías apetecibles que alcanzar. No es verdad que los problemas se solucionan más fácil por vía de la expulsión o la separación que por la de los mecanismos institucionales o de la concertación, pero si se detienen a analizar las consecuencias futuras y los traumas que ello podría acarrear, deberían pensarlo serenamente, porque ni la sociedad es la misma de hace 20 años, ni todos los dirigentes medios y de base obedecen a los principios, sentimientos o mística que les dieron origen.
Además hay que advertir que ningún partido está solo en el salón, pues hay otros bailando o pretendiendo hacerlo, y cuando la orquesta suena, el que no tiene pareja busca una que le acompañe aunque no la conozca, y muchos podrían acomodarse con esas nuevas conquistas.
Ni la expulsión ni la separación que algunos entienden como viables, son solución, y de producirse, lamentablemente muchos pasarán a espectadores o bailarán en otros salones.