Inmenso, con un corazón tierno que se refleja en su franca sonrisa, en su devoción por los niños y la forma en que se ha desvivido por devolverle la salud a los más pobres, David Ortiz es muchísimo más que ese gran pelotero que impresionó al mundo con su impecable carrera deportiva: es nuestro Big Papi, ese gran dominicano que jamás se ha alejado de su Patria.
Es tanto lo que ha hecho David por RD que todos lo queremos. Por ello, a todos nos sorprendió, indignó y dolió que haya sido objeto de un atentado el domingo pasado, ¿quién podía pensar que podría haber un dominicano capaz de disparar contra uno de los talentosos que más prestigio nos ha dado a nivel mundial?
Consternados, hemos tenido que ver además que alrededor del hecho se han tejido todo tipo de conjeturas. Las autoridades, con gran cautela, han anunciado que apresaron a los responsables materiales del hecho pero nada han dicho de la persona que pagó RD$400 mil para liquidarlo y mucho menos por qué querían matarlo.
Sin adentrarnos en posibles razones, porque no podemos pecar de elucubraciones, lo único que tenemos claro es que el caso de David vuelve a demostrarnos que la industria del sicariato se ha enquistado en el mundo delincuencial de nuestro patio. ¡Qué fácil resulta que aparezca alguien dispuesto a matar a cambio de algunos pesos!
El auge del sicariato es preocupante. También la facilidad con la que la gente anda armada por las calles y, lo peor, la cantidad de delincuentes que sale de las cárceles para volver a delinquir. Nuestro país se está volviendo tierra de nadie. No estamos seguros y eso es muy grave.