Si los jefes escucharan

Si los jefes escucharan

Es conocido el lamento de que los jefes tienden a rodearse de personas que les sean incondicionales, que generalmente no contradicen ni suelen tener el coraje de expresar sus propios puntos de vista y, si lo expresan, se cuidan de matizarlo tanto hasta hacerlos que coincidan esencialmente con el de su jefe.

Desafortunadamente, eso determina que los jefes terminen rodeados de gente con las que sienten cómodos, no porque coincidan con ellas, sino porque tienden a aplaudirles todo, hasta sus caprichos.

Esa circunstancia es común a todo aquel que detenta el poder, pero es más notorio en el mundo de la política, en la esfera de lo público. En el mundo de los negocios, si bien es cierto que los jefes se sienten cómodos con quienes tienden a aprobarle todas sus posiciones, suelen valorar mejor la competencia de sus subalternos, pues más que eficiencia, buscan eficacia, más que aplauso y adulación buscan que sus empresas tengan alta rentabilidad y eso solo lo produce un personal altamente calificado, de incuestionable talento. El jefe político, más que el talento, valora la fidelidad a su persona.

Lo triste es que esa lógica del poder de los máximos jefes políticos, se reproduce en todas las instancias en que se estructura el poder. De esa manera se constituyen los anillos en que se asientan las élites gobernantes, formándose una lógica perversa del poder, cuya dinámica impide que los jefes se rodeen de los mejores desde el punto de vista de su formación y de independencia de criterio, cosa que no necesariamente es incompatible con el principio de lealtad al colectivo a que pertenece. En la presente época, mientras mayores son las limitaciones de los jefes, mayor es su propensión a rodearse de incondicionales. No obstante, la historia registra la existencia de grandes jefes que han sabido rodearse de personas que además de ser leales, estaban dotadas de reconocido talento.

Nuestro país no ha sido una excepción, Trujillo, Balaguer y Peña Gómez tuvieron entre sus más cercanos colaboradores, personas capaces de expresar sus particulares puntos de vista sin menoscabo de la lealtad. Entre los actuales líderes, se pueden identificar uno que otro que tienen en sus círculos a personas que son leales seguidores, pero con talento y cabeza propia, con una personalidad que les permite expresar sus propios criterios. Sin embargo, la tendencia es que la mayoría de líderes prefieren rodearse de gente que de la lisonja hacen profesión.

Es esta última una tendencia de la política moderna, un contrasentido, pues a falta de los grandes líderes de épocas pasadas, se impone la práctica de liderazgos basados en integración de diversos saberes, de diversas perspectivas de análisis. Pero desafortunadamente, muchos líderes nuestros se creen omniscientes, pretenden saberlo todo, tener respuestas para todo y para todos, más que dialogar, dan cátedras. No escuchan al periodista que les interroga y a éstos, como al colectivo o personas con las que se reúne para “oír” sus pareceres les repite maquinalmente su casete. Simplemente no los escucha.
Si algunos jefes escucharan, más sólidas serían sus argumentaciones y propuestas y mayor su radio de influencia. Es la lección que desafortunadamente no acaban de aprender.

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