Si no cambiamos, sabemos lo que nos espera

Si no cambiamos, sabemos lo que nos espera

BIENVENIDO ALVAREZ-VEGA
Todos sabemos hacia donde nos han conducido los 45 años de crecimiento económico post Trujillo. Hemos logrado un país que, generalmente, es vanagloria del liderazgo político, sobre todo cuando se está en el ejercicio del poder. Estos prefieren exhibir y recordar los innegables avances logrados y critican, de paso, a quienes se centran en las metas no alcanzadas y reclaman que hemos debido tener mayores avances y logros.

Es importante que ahora, a principios del nuevo siglo, los dominicanos volvamos sobre los logros alcanzados como nación. Por lo menos, que demos un  vistazo a cuestiones vitales que vemos a diario tal y como son hoy.

¿Por qué es importante esta mirada, este vistazo? Por una razón excesivamente simple: saber hacia donde  avanzamos y advertir, en términos prospectivos, dónde podríamos estar, en términos de desarrollo económico y social dentro de 25, 30, 40 ó los próximos 50 años.

Los grandes logros económicos y sociales de los últimos 45 años han dotado a la República Dominicana de una envidiable infraestructura de autopistas, carreteras, caminos, puentes, calles y avenidas y elevados y túneles. El país cuenta con valiosas edificaciones para alojar hospitales y clínicas, policlínicas, consultorios y oficinas sobre el llamado sistema de salud pública y del seguro social.

 La agropecuaria ha sido dotada de presas, represas, canales, oficinas de la Secretaría de Agricultura y del Inespre por doquier, algunos pequeños laboratorios, viveros, y las redes de instalaciones del Instituto Dominicano de Recursos Hidráulicos.   

El país cuenta con instalaciones educativas en casi todo el territorio nacional, tanto en los núcleos urbanos como en la zona rural.

Es decir, sabemos que si continuamos el modelo de crecimiento económico y social seguido fielmente en los últimos 45 años, dentro  de 25, 30, 40 ó los próximos 50 años los dominicanos podrán contar con mayores recursos como los descritos en la infraestructura vial, en la salud pública y en la seguridad social, en la agropecuaria y en la educación.

En estos años la nación determinó que el turismo era una fuente de progreso y trabajó, probablemente como no lo hizo en otras áreas, para conseguir una infraestructura adecuada de hoteles y restoranes, promovió al país como un gran destino para descansar, explotó sus grandes recursos naturales y la gentileza y bondad de los dominicanos y dominicanas, y se inventó el llamado “todo incluido”. 

Este modelo económico y social de los últimos 45 años también ha garantizado una nación con mayor cantidad de pobres y de indigentes, con una escuela que ha levantado valiosas edificaciones y ha masificado su acceso a ella, pero que no ha podido garantizar un acceso total ni un mayor avance en la escolaridad promedio del dominicano.

Tendremos guardias y policías ganando sueldos de miseria y con equipos insuficientes para proteger la población y la propiedad pública y privada. Serán guardias y policías que tendrán que recurrir al macuteo, como sus antepasados, para completar sus ingresos.   

El modelo permitirá tener a unos maestros insatisfechos porque percibirán bajísimos salarios, como ocurrirá también con los médicos, las enfermeras, los bioanalistas y los farmacéuticos que laboren en los centros públicos de salud.  

El proceso migratorio  del campo hacia la ciudad continuará. Crecerán los cordones de miseria alrededor de las grandes urbes o ciudades, los motoconchistas se contarán por millones de campesinos que no encontrarán qué hacer en sus predios y se trasladarán a las ciudades a “buscársela” como mejor puedan.

También seguirán las yolas impulsando una emigración hacia Puerto Rico como punto de entrada para luego continuar hacia Estados Unidos. Serán los dominicanos expulsados por las condiciones laborales y de vida en general que tienen aquí. Como ocurre hoy, sectores importantes de la prensa, de la política y de las ciencias sociales estimarán que el aumento de este éxodo será una respuesta racional e inteligente, de las personas y del sistema, que permitirá al país disponer de miles de millones de dólares al año por el envío de remesas familiares.

La corrupción política permanecerá garantizada, con un importante resultado o valor agregado: las generaciones de políticos que pasen por el poder habrá asegurado su salud económica y la de sus descendientes. Y, por supuesto, con su corolario: el poder del dinero habrá acumulado mayores riquezas y habrá hecho, como ahora, más difícil para los gobiernos el proceso de toma de decisiones.

El modelo económico-social de estos años permitirá que en el porvenir más barrios y grupos sigan dependiendo del comercio de compra y venta de estupefacientes como medio de sobrevivencia, es decir, como alternativa a la ausencia de oportunidades para los jóvenes con poca instrucción, para los que no pueden ir a las escuelas o para los que son desertores de ellas.

Qué nadie lo dude, amigo lector, este es el camino que llevamos y de seguro que llegaremos, salvo que consigamos unos políticos que procuren el poder para cambiar la ruta por la que el país ha estado transitando.

(bavegado@yahoo.com)

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