Sí, no somos suizos, pero…

Sí, no somos suizos, pero…

Evolución. Lo importante es evolucionar hacia lo que es fundamentalmente mejor, partiendo desde las insoslayables realidades históricas. Trujillo decía que los dominicanos no somos suizos, y tenía toda la razón, aunque el hecho de que no seamos suizos no implica una inferioridad sino una diferencia perfectamente lógica partiendo de las trayectorias de ambas nacionalidades.

Cuando, alrededor del año mil a.c., lo que conocemos como Suiza fue colonizada por los helvéticos -pueblo de origen celta- se iniciaba un proceso de invasiones diversas y cruentas guerras movidas por la ambición de poseer esas tierras. Tras siglos de inestabilidad, el país logra su unidad en 1033 como parte del Sacro Imperio Romano-Bermánico, y es al borde del 1500 que el emperador Maximiliano I del Sacro Imperio, reconoce la independencia de la Conferencia Suiza, que empieza a ser conocida como proveedora de mercenarios a las naciones europeas. Eran gente de guerra, de armas, de violencia. La Guardia Suiza que persiste en el Vaticano, es un testimonio de recordación.

Pero en los pueblos de origen celta existe cierto misterio espiritual. En el siglo 16, las preocupaciones religiosas llevan a la Reforma Protestante, primero Zwinglio, luego Calvino, quien implantó un rigorismo moral que cuidaba con gran celo que en Ginebra no se produjeran los excesos reñidos con la moral y las indisciplinas que se achacaban a los luteranos. Todo confluyó en la modelación de características ciudadanas.

Por ese tiempo llegaba a Santo Domingo el comendador Francisco de Bobadilla, «juez pesquisidor» encargado de investigar discretamente la conducta del Descubridor de América, cosa que no hizo. Envanecido por su poder, ya que traía rango de gobernador de las Islas y Tierra Firme, Bobadilla embargó propiedades, y secuestró todo lo del Almirante: desde oro y armas, hasta papeles de su arca secreta. Colón fue hecho preso y confinado con grillos.

De unos abusos se pasaba a otros.

Desde los primeros instantes de la colonización, la línea matriz ha sido el abuso. Si bien América empezó aquí, en Santo Domingo, aquí también empezó el abuso descomunal del fuerte contra el débil. No se trataba de combates entre fuerzas equilibradas, entre tribus igualmente armadas y hábiles para la guerra como acontecía en Suiza. Se trataba del establecimiento del abuso de poder, que todavía persiste, aunque, por supuesto, con naturales modificaciones conforme a los tiempos y las posibilidades.

Ciertamente, no somos suizos. Pero es que no podemos serlo. Las rutas de nuestra historia no lo permiten.

Pero avanzamos. No tan rápidamente como deseamos, ni tan contundentemente, pero vamos adelantando. La actitud del pueblo dominicano en este período de elecciones presidenciales 2004, es testimonio de mejores actitudes.

Sólo nos resta esperar que los responsables de ofrecer los resultados de la votación popular, estén a la altura debida. Que no manipulen tardanzas y sombras chinescas. Igualmente los líderes o «jefecitos» de partidos políticos.

La nación dominicana merece hacia sus decisiones, respeto, lealtad y acatamiento.

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