Si participan ¿qué pierden?

Si participan ¿qué pierden?

El llamado a diálogo que ha hecho el Ejecutivo a las denominadas fuerzas vivas de la nación ha provocado las más diversas reacciones. Con sobrada razón, una mayoría no cree en ese tipo de diálogo.  Las razones son de todos conocidas.

El incumplimiento de los acuerdos y el protagonismo de los convocantes, encabezan la lista de razones.

Ahora bien, si los invitados a ese diálogo-cumbre participan ¿qué pierden?  Y si no participan, ¿qué ganan?

En cambio, y como la esperanza es lo último que se pierde, se puede re-intentar orientar las posibles soluciones a los males que nos aquejan. Debería aprovecharse el escenario para que cada uno de los convocados de manera civilizada exponga lo que considera es prioritario para el país.

Tenemos muchísimas prioridades. Una: La inseguridad.

La inseguridad  que vivimos en nuestro propio país, décadas atrás era inimaginable.

Las madres quedamos aterradas cada vez que un hijo sale a las calles; hasta tanto no llegue no soltamos el Credo de nuestros labios.  Sin exagerar. En lugar de salir a divertirse, parecería que nuestros hijos van a un campo de batalla y oramos, cada vez, para que regresen vivos.  Así no se puede vivir.

Las denominadas fuerzas vivas deberían, aunque sea por esta vez, apresurarse y unir esfuerzos para paliar esta crisis que nos afecta a todos por igual. Ricos y pobres.

Blancos y negros. Creyentes o ateos. Opositores o no. El peligro acecha y ronda nuestras vidas desde el amanecer hasta el ocaso. Una vez más pedimos para dejar a un lado nuestro yoismo y lanzarnos a buscar soluciones por el bien común. Es urgente.

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