Sí, pero no

Sí, pero no

Llevo dicho que en nuestro país los avances son retrocesos, que los progresos son atrasos. Nunca he sido pesimista, pienso, escribo, luché y lucho, por una República Dominicana mejor. Por supuesto, no basta que una persona quiera o no quiera.
Es preciso que muchos quieran para que el querer tenga peso, tenga resultados buenos, satisfactorios.
Como periodista que soy, por vocación y por profesión, puedo decir de voz en cuello, que los últimos avances en el área de las comunicaciones son buenos y son malos. No, los malos son quienes manipulan los medios de comunicación, desde teléfonos hasta estaciones de televisión con alcance internacional.
El problema siempre es el mismo. Todo gira alrededor, en el norte, en el sur, en el este, en el oeste y en el centro, en torno al hombre, objeto y sujeto de la historia.
Siempre se quiso, se estudió, se trabajó, se inventó, se creó, se imaginó que algún día todos estaríamos comunicados por equipos que permitirían la circulación libre y total de las noticias, informaciones, estudios científicos, para beneficio de la humanidad.
Lo que nunca se pensaba, lo que no parecía previsible era que cuando se tuviera a manos esos instrumentos, cuando se pudiera acceder a esos inventos sin límites, sin cortapisas, los mismos serían usados, como todo en la vida, en la historia, en la realidad, para el bien y para el mal.
La misma Biblia dice con claridad en los diez mandamientos: no levantar falsos testimonios ni mentir. Jamás en la historia hubo tanta maledicencia, tanta mentira, tan abominables conductas de quienes usan los medios de comunicación con fines perversos.
Ciertamente, ahora estamos mejor comunicados que nunca. ¡Cuánto placer! Me produce pulsar la superficie del teléfono y al instante escuchar la recia voz, desde Estados Unidos, de mi hijo mayor, Julio Heberto o la dulce y cantarina respuesta, desde París, de mi querida nieta Julie.
En esta generación de periodistas dominicanos se ha soltado el loco y el brillo del oro y la corrupción afectan la calidad y la certidumbre de las informaciones, opiniones y noticias que manejan y hacen circular como si se tratara de oro de buena ley.
Alarma saber que un carajo a la vela, un pelafustán que pedía colillas en el billar de su barrio u otro que pedía para la guagua, pese a que la Universidad Autónoma proporciona transporte o aquel que venía a la escuela en la cola de una motocicleta, hoy declaran sin ningún rubor, bienes, casas, apartamentos, carros, fincas, casas de campo adquiridos al vapor y al amparo de mentirle al pueblo vendiendo como noticias buenas y válidas envenenados caramelos verbales con los que pretenden mantener el país manejable con un invisible narigón del cual tiran medios de comunicación.
Es cierto, sí, pero no.

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