Si pudiéramos hacerlo realidad

Si pudiéramos hacerlo realidad

Al ver la reiteración de la invitación del presidente Leonel Fernández a todas las fuerzas políticas y sociales para participar en su “Cumbre de las Fuerzas Vivas”, cualquiera con un mínimo de sinceridad se siente enternecido y dispuesto a pregonar, ¡ay si pudiéramos  hacerlo realidad!

Lo de menos debería ser el extenso y rimbombante nombre conferido al proyecto y que nadie ha podido todavía memorizar: “Cumbre por la Consolidación y Ampliación de la Gobernabilidad, la Sostenibilidad Macroeconómica y el Desarrollo Económico y Social del País”. También habría que minimizar la precipitación con que se ha convocado, que no ha permitido ni siquiera entregar a los invitados la metodología que regirá un proceso que se extendería hasta junio, es decir por casi medio año.

Aunque durante meses el doctor Fernández se empeñó en negar las amenazas que se cernían sobre el país, hasta el grado que en septiembre proclamó en Nueva York que lo peor de la crisis económica internacional ya había pasado y que no veía cómo pudiera afectarnos porque la economía nacional estaba blindada, ahora su gobierno precipita una convocatoria a unificarnos “frente a un panorama que luce preocupante, lleno de incertidumbre”.

Pasando por encima de esos factores, a fin de cuentas secundarios, todos deberíamos alegrarnos de que el primer mandatario esté dispuesto a aceptar la participación de la sociedad en el diseño de políticas para enfrentar los embates de la crisis económica, aunque las mismas declaraciones en Punta Cana devuelven a cualquiera a la realidad.

El presidente insiste una y otra vez en enfatizar que “los retos provienen del exterior”, lo que implica que en el país todo marcha bien, que apenas estamos perturbados por los desordenes financieros y económicos de esos pobres países desarrollados. Mientras vemos si al fin nos tocarán las consecuencias, y nos reunimos a concertar acciones, Fernández sigue designando decenas de subsecretarios, vicecónsules,  ayudantes consulares y asesores hasta en automovilismo y leguminosas.

Y todas las semanas se denuncia un nuevo escándalo en inversiones públicas, corrupción o salarios estatales desproporcionados. Aunque desde antes de su última juramentación en agosto, se le pedía a los cuatro vientos un reajuste del gasto y estricta austeridad para confrontar la crisis, el presidente hizo aprobar un presupuesto deficitario y fundado en excesivo y poco viable financiamiento internacional. Y es después de aprobado que se le ocurre convocar el diálogo, sazonado con informes de que pronto se iniciarán la segunda línea del Metro de Santo Domingo y el tren Haina-Santiago, obras que por su magnitud y aún si fuera posible que las construyera el capital privado, deberían ser sometidas al “diseño de políticas para enfrentar la crisis”. 

La sinceridad de la invitación se torna oscura cuando los líderes gubernamentales  insisten en hacer aprobar una nueva Constitución, que a su juicio no precisa de concertación ni consenso, como si no tuviera nada que ver con el primer objetivo señalado en la convocatoria que dice: “Consolidar y profundizar la gobernabilidad democrática, asegurar la estabilidad macroeconómica a corto y mediano plazos y definir las acciones y políticas económicas, sociales e institucionales que deberán adoptarse y prevalecer en el largo plazo, para acelerar y reforzar las posibilidades de desarrollo del país”.

En resumen, como ha dicho Participación Ciudadana, si no se va a discutir el presupuesto de gastos públicos para este año, ni siquiera la prioridad del tren Haina-Santiago que nadie ha pedido en un país de tantas necesidades, y si al mismo tiempo se nos impone una nueva Constitución, ¿qué es lo que en definitiva se va a consensuar, o a diseñar?

Pero cuando el presidente le pone la tapa al pomo es al afirmar que los acuerdos concretados en el Diálogo Nacional que él auspició en 1997-98 “se concretaron en su totalidad”. Entonces uno tiene que dejar abierta la posibilidad de que lo hayan citado mal. Por ahí anda un legajo de recomendaciones y acuerdos incumplidos de aquel largo proceso de concertación en el que el doctor Fernández invirtió tantas energías y recursos. Baste recordar que allí se aprobó la reforma a fondo de la Constitución mediante una Asamblea Constituyente de amplia representación social por elección popular, lo que fue incorporado al programa de gobierno 2004-08 del Partido de la Liberación Dominicana.

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