“Si se miente en la cumbre de la sociedad, pronto se miente a todos”

“Si se miente en la cumbre de la sociedad, pronto se  miente a todos”

Teófilo Quico Tabar

Todos los valores juntos no pueden desarrollar totalmente al ser humano, ni satisfacer su aspiración. Conviene poner en el primer plano los valores que le dan facultad de dar lo mejor de si mismo: su poder de conocer y su poder de amar. Dentro de ellos, la verdad, la concordia de las ideas con lo real; el sometimiento del espíritu al objeto. La verdad es siempre realista, objetiva. No se hace, se toma. “Cuando se vive en la verdad, la confianza se establece entre los hombres. Cuando se miente en la cumbre de la sociedad, pronto se miente a todos y en todos lados.”

Tiene valor lo que es bueno, lo que asegura su desarrollo normal. Lo que facilita su mejoramiento. Lo que lo ayuda a superarse. El pleno desarrollo de la persona se realiza en el equilibrio que exige la jerarquización de los valores, dándole a cada valor el lugar que le corresponde. La verdad, la bondad, la confianza, la concordia, la paz, son valores superiores que no se aprecian con dinero. El dinero no puede medir más que valores cuantitativos.

Un buen cristiano debe tener conciencia de qué se determina, tanto más “cuando mejor se haya liberado de sus pasiones íntimas y de las presiones exteriores”. El deber es, de hecho, la conquista de la libertad y la conquista del mundo, la exaltación progresiva, el impulso hacia lo mejor, el florecimiento continuo del objetivo. El deber, antes que imponerse desde afuera con el mandamiento o por la ley, se impone desde adentro como la ley de ser ávido de crecimiento, como la ley del espíritu, ávido de afirmarse, como la ley de la libertad todavía en vías de perfección.

Parece como si no se hubiera podido producir de forma masiva, pero sobre todo en las cúpulas dirigenciales, una liberación total de las pasiones íntimas ni de las presiones exteriores. Lamentablemente, todavía nos movemos más por cuestiones viscerales que por el uso de la razón y el entendimiento. Más por las pasiones políticas coyunturales que por inclinación espontánea ante el culto del deber y el razonamiento lógico.

Los cristianos en sus relaciones con el prójimo no deben limitarse solo a la justicia o la caridad, sino también amar. Otros pueden odiar, pero los cristianos no. Deben o pueden aborrecer los vicios, los errores, pero no a los seres humanos. Su mensaje debe ser siempre de amor, de solidaridad.

La verdadera razón de la justicia es el amor. Ese amor que conlleva al perdón. Perdón que en ocasiones manifiestan incluso personas importantes como demostración de arrepentimiento, o tal vez convencidos de que, como las personas humildes se superan sin peligro de perder, se perfeccionan sin peligro de envalentonarse, y crecen sin exaltarse, los líderes y figuras de la sociedad, necesitan o tienen que expresarlo. Como dice el Salmo: “Apártame del camino de la mentira y dame la gracia de conocer tu ley”.

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