En esta ocasión, quiero detenerme a reflexionar de que podría ser totalmente comprensible el que nos irritemos y nos desanimemos cuando nos comparan con uno de nuestros hermanos o compañeros, porque las comparaciones son perjudiciales. Debemos tener presente que cada ser humano tiene sus virtudes y defectos, unos brillamos en unas cosas y otros en otras. Pero definitivamente no debemos compararnos con nadie porque somos únicos e irrepetibles, y lo único que conseguiríamos sería dañar nuestra seguridad y amor propio.
Y mucho menos debemos permitir que el resultado de compararnos con los demás, determine nuestro valor como persona, nuestros sentimientos, pensamientos o el rumbo de nuestras acciones.
Lo más difícil para mí, ha sido reconocer que desde que nacemos y nos encontramos en la cuna del hospital, empiezan las comparaciones. “Es más chiquito o más grande que…”, “Tiene menos pelo que…”, “Pesa más que…”. Como escuchamos hablar y vemos actuar a nuestros padres y a personas que admiramos y los imitamos, es ahí que adoptamos su forma de pensar. Así aprendemos a compararnos con los demás y a calificarnos de acuerdo a los resultados obtenidos. A partir de ese momento, las comparaciones nos acompañan a lo largo de toda la vida.
Pero hay que señalar que la comparación tiene un aspecto positivo y uno negativo. Sin duda alguna es positiva, cuando nos permite darnos cuenta de que existe una gran variedad de formas de pensar, sentir, actuar y vivir. Cuando nos sirve como guía o modelo para ciertos aspectos o cosas que deseamos aprender o cambiar. Sin embargo es negativa, cuando la utilizamos para devaluarnos o devaluar a la gente que nos rodea. Para calificar a las personas como si fueran simples objetos. Esto nos provoca dolor y hace que nuestro bienestar dependa de los demás. Porque desde este punto de vista, “yo estoy bien, sólo si los demás están mal y al revés”.
Recordemos que compararse es doloroso e innecesario y es una conducta basada en errores de nuestro estilo de pensamiento equivocado: generalizar, pensamiento extremista, detallista y etiquetador. No podemos, ni debemos, valorarnos en función de una comparación equivocada.
Lo mismo sucede a nivel psicológico. Nadie es exactamente igual a ti. Nadie tiene las mismas características, en las mismas proporciones y combinaciones. Y nadie ha vivido, todas las experiencias que tú has vivido y de la misma manera.