Si tan solo fuera posible la sublime inteligencia para construir nuestra verdad

Si tan solo fuera posible la sublime inteligencia para construir nuestra verdad

Pero la verdad de las verdades, nada sublime, habla de un cansancio de montañas y banderas, una desesperación para encontrar un recodo de resguardo patrio, seguro, tibio, sin el frenesí a todas luces evidente, pálpito y ceguera en el tiempo, venda que se descubre, como el mar duro frente al sol juguetón, cuando los machetes de lumbre brillan y queman pupilas, dejando oscura la senda que falta por recorrer.

En el agitado espíritu nacional ( de todas las tendencias ) hay una vuelta al delicado miedo infantil, a esa sensación inesperada de haber cometido una vieja travesura, que descubierta con el tiempo, habrá que pagar caro, con los altos intereses de la mentira que se esconde y un día, de repente se revela cruda, hiriente…

Vamos descubriendo con un dolor de parto lejano, aunque el orgullo es más fuerte que la caverna ahumada y nebulosa, que ahora tendremos que ser inteligente, que no bastará para quitarno el fardo de encima, con pensar en que Trujillo lo resolvía rápido y efectivo.

Cavilamos, deambulamos, en el desconsuelo no confesado de un sentimiento cuasi trágico, para buscar esa ventana de azul que los pulmones como banderas, suelen exhibir como nubes de escape…

Intuimos, en el humor de nuestra soberbia, que poco a poco el cuento del lobo venido de Occidente insular, no es un simple cuento : es el pan de cada día, en el elogio de una miseria estoica y creole, que todos debemos asumir como nuestra para espiar nuestros viejos pecados de los tiempos de dictaduras, para espiar también el derecho hecho realidad, de intentar una nación, dolorosa, desigual, privona, coqueta, pero nación en fin…

La prueba de unidad se presenta como el último reto a nuestro propio caos desde la transición política a la Dominicana : Desde 1961 hemos intentado reinventar libertades, instituciones, formas y hasta hemos inventado una Democracia con criollo sabor, la misma Democracia que ignoró que en su mirada hacia el Occidente de la isla debió pensar en abolir el esquema de relación dictatorial desde entonces, complejidad que analizada en este momento pareciera parte de una pesadilla inaudita.

Pero parece que no entendemos, que nada de esto es un juego y seguimos respondiendo en el vacío, de espalda a la inteligencia, creyendo incluso que en el momento justo de aferrarnos al derecho de la soberanía, toda la Comunidad Internacional lo entenderá como válido y atendible, propio de tomar en consideración.

Mientras generemos interpretaciones difíciles de explicar al calor de un real debate jurídico en el extranjero, desperdiciamos tiempo, mucho tiempo. Un fallo judicial y honorable, en sintonía con sentimiento de mayorías que quieren sentirse tranquilas, encendido en su defensa de valores patrios y territoriales, pero luego desmontable, no nos saca las castañasdel fuego, de un fuego que se amplia en silencio, casi aterrador…

No se trata de gastar ira en el odio, se vuelve contra nosotros como la saeta australiana, de lo que se trata ahora es saber si somos capaces de lograr un espíritu unitario que quizás por primera vez, nos sacuda y nos haga entender la realidad que ahora vivimos, que nos ha llegado por la puerta del patio, de repente, en un cúmulo de reclamos y malquerencias, que están más allá de nuestras capacidades y que pretenden obligarnos a ponerle un gentilicio a cada miseria tangible.

La bisociedad insular, a todas luces, no es posible, no es viable, y lo que debemos evitar en la cumbre de la Post Modernidad, es volver al 1844, en pleno siglo 21 y reinventar aquellas sociedades tabaqueras y guerreras de la región norte, en esos tiempos del siglo 19.

Al construir nuestra verdad, debemos tener en cuenta valores que deben ser replanteados en el seno actual de nuestra propia comunidad; valores que su no aplicación (en la frontera y la moral de sus custodios); valores que también deben ser revisados en los mecanismos burocráticos de identidad donde el poder de concesión se maneja a discresión: porque donde hay hambre, el signo real de la autoridad se diluye en la sombra del incumplimiento.

¿Nos vamos a inventar, en la búsqueda de la construcción de nuestra verdad para el futuro, un país que no tenemos, diezmado por la atomización de valores no cumplidos o puestos en alza?…

El punto de partida de estas comprensiones es la autoevaluación de nuestros males y lo que hoy somos o en lo que hoy nos hemos convertido, por ahí andaría la firmeza de esa construcción de nuestra verdad ( duardo Jorge Prats, en un programa de televisión matutino el 19 de diciembre, El Día, Canal 11, planteaba preocupaciones atendibles en esta dirección )…

No debemos seguir perdiendo tiempo en frivolidades, no nos queda mucho tiempo para fabricar una bola de cristal y ensueños sobre nuestros derechos, para construir con inteligencia nuestras verdades, indefectiblemente, si no somos críticos con nosotros mismos, todo nacionalismo de escándalo y símbolos de moda, de nada nos servirá, todo nacionalismo cuyo único sostén sea la amenaza de la fuerza (No descartable en un caso extremo, porque es más fácil vivir en lo construido que ir a construir lo que corresponde y crear tesis de posesiones inaceptables) tampoco prospera en nuestra mejor imagen de cara al exterior.

Los que aquí vivimos, estamos en el deber de entender que es hora de aplicar con profunidad, criterios de inteligencia y reflexión, irrefutables.

Al abrir los ojos cada día, el país que teníamos ya no es más, muchos de repente ahora lo descubren y la mejor respuesta, reto ineludible, es la unidad apoyada con argumentaciones solidas e inteligentes… (Cfe)

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