Si y no, como Siino

Si y no, como Siino

Dios y Trujillo fue una realidad. La jerarquía católica estuvo al lado del jefe hasta la tardía y contundente reacción del 25 de enero de 1960. Aquella Carta Pastoral, leída el domingo 31 en todos los templos católicos, marcaba una ruptura después de tres décadas de horror y de contubernio eclesial que incluía a la representación de la Santa Sede en el país.

Nuncios comprometidos con el régimen, conocedores de los crímenes de la tiranía continuaban campantes, sin reacción. Incienso e hisopos esparciendo agua bendita como si pretendieran esconder la sangre.

En las pilas bautismales santificaban bastardías, incestos, estupros, con el compadrazgo malevo creado por “el jefe.” El compromiso de la Iglesia con la satrapía quedó sellado con la promulgación, de la Ley 117, del 20-04-1931, que reconoce “personalidad jurídica a la Iglesia católica, apostólica y romana y a todas las instituciones que por virtud de disposición canónica de ella dependan”.

Se sucedían obispos y competían en complicidad y obsecuencia. Coinciden los historiadores cuando afirman que la presencia en el país del nuncio papal Lino Zanini determinó el cambio de actitud en la clerecía.

El hombre llegó tarde, pero llegó. Su arribo fue en octubre de 1959, año crucial para el trujillato, sustituyó al sibilino Salvatore Siino. Tras la sacristía y en los rumores permitidos le decían Monseñor Si y No por sus titubeos frente a los desmanes cotidianos.

La represión, el exterminio de la mayoría de los expedicionarios que asomaron por Constanza, Maimón y Estero Hondo el 14 y el 21 de junio de 1959, las inenarrables torturas, la persecución a los muchachos insurgentes, fundadores y adscritos al movimiento clandestino 14 de Junio, retaron la pasividad del clero. El origen social de los rebeldes y sus padecimientos, dificultaban las excusas, impedían la indiferencia.

El disimulo hubiera sido descaro, además, el agotamiento del sistema, vigente desde 1930, permitía arrebatos de valentía en la jerarquía católica, inusuales durante la tiranía. El miedo no había desaparecido pero la circunstancia era diferente. El texto menciona excesos, lágrimas, llagas y ruega para que ninguno de los familiares de la autoridad experimente los sufrimientos que afligen a tantos padres, madres, hijos, esposas. Preocupó a Trujillo el texto de la Pastoral, pero no se arredró.

Las cartas pastorales hablan, insinúan, conminan con esa manera del monseñor Siino. Ni si, ni no o si y no. Sin querer queriendo, repercuten. Algunas con recato, otras sin subterfugios, descarnadas. La urgente Carta Pastoral del 28 de julio de 1844, firmada por el arzobispo Portes Infante calificó “ofensa a Dios” no obedecer los mandatos del general de División y Jefe Supremo, Santana. Promete la excomunión para cualquiera que “intentare trastornar las disposiciones de nuestro sabio Gobierno…”

Aunque el estilo del Arzobispo se reescriba distinto, la advertencia del púlpito es trascendente. Nombrar, identificar, solo en 1962 y después del Golpe de Estado. Empero, la intervención divina en la política criolla ha sido ingrediente para una receta cuasi infalible, cuando se apuesta. La mezcla tiene: elites, medios de comunicación, una pizca de halcones y homilías.

La gramática parda del golpismo avala el éxito. La cruzada previa al 25 de septiembre de 1963 está más que documentada. Antes y después de la visita a las urnas no hubo desmayo, la pócima funcionó. No cesaron las admoniciones al pueblo “demócrata y cristiano”.

Sucesivos procesos electorales registran la entente. En “Memos a Balaguer” Pedro Caba recrea las pendencias de la jerarquía católica-1991-1996- con políticos, medios de comunicación. También, la influencia de grupos corporativos a través de organizaciones cívicas. Recuerda las ocurrencias entre los mismos sectores en el periodo 86-90.

El derecho canónico limita la participación política de los sacerdotes, pero “el servicio al ser humano” permite camuflar el proselitismo. La Carta Pastoral del 21-01-2020 exhorta a votar por partidos que defiendan la vida y custodien los valores supremos de nuestra nación. Para comprobar la complacencia al persuasivo reclamo y el influjo del clero, se necesitan cuatro años. Mientras, si y no, como Siino.

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