Sicariato mediático

Sicariato mediático

Ramón del Valle Inclán, sin proponérselo, hizo de la frase de que nada es como es, sino cómo se recuerda una plataforma para darle a los terceros la posibilidad de formular una imagen no del todo exacta de los intereses, contradicciones y discrepancias alrededor de la vida. Por años, los dominicanos nos mantenemos entrampados por los prejuicios y perfiles que en medio del debate nacional hacen de los dirigentes, el centro de un memorial de descalificaciones donde poco importa la verdad, y de paso, la esencia radica en desacreditar sus conductas.

Cuando las calles del país se constituyeron en el escenario de los valores democráticos, la gente impulsaba el carro de la libertad y el grito de indignación frente a los excesos del poder sentenciaba a los agentes del SIM, los trujillistas, militares implicados en asesinatos y políticos afines al tirano. Después, el balaguerismo y sus exponentes eran pieza de escarnio. Escondidos, con bajo perfil y desacreditados esperaron que las torpezas de un perredeísmo irracional los devolviera al poder. Lo otro es historia.

Los cambios experimentados en el marco del nuevo orden hacen de la democracia un espacio de visibilidad donde lo mediático adquiere categoría de creíble desde el momento en que los valores se estructuran desde la prensa radial, escrita y televisada. Aún más, con la importancia de las redes sociales.

Somos prisioneros del comentario que cercano de la mentira y distante de la objetividad requerida provocan suspicacias donde el morbo estimulado por los intereses encontrados desdibujan la imagen. Sobre todo, con la democratización de los medios de comunicación y el posicionamiento de agendas políticas entusiasmadas en edificar sus criterios afines a una agenda muy divorciada de la verdad, pero obediente a metas claramente definidas.

Calumnia que algo queda es la regla. Además, sectores partidarios hacen del posicionamiento en los medios una tarea estratégica donde reconocidos comunicadores, comentaristas y hacedores de opinión se incorporan a la red de insultos, mentiras y falsedades dejando de cumplir con su tarea de informar porque un incentivo de carácter financiero estimula sus opiniones. No son todos, pero una parte importante de la comunicación nuestra exhibe exponentes que han hecho de su ejercicio profesional una acto de rentabilidad vulgar capaz de enriquecerlos de manera indecente.

Mueva el dial, ponga el canal o lea sus artículos y será muy fácil identificarlos. Casi todos tienen anuncios oficiales, donde la cuña se traduce en un acto de silencio cómplice. Procure en la nómina de los partidos y se dará cuenta cómo las campañas institucionales se asumen de intercambios para no tocar ni con el pétalo de una rosa al dirigente político que maneja la cuenta publicitaria. Peor aún: utilizan la plataforma de sus programas para colocar a sus hijos y relacionados en posiciones en el servicio exterior y reciben premios de consolación con candidaturas municipales y congresuales ganables.

Así como el sicariato revela una modalidad descompuesta del mundo criminal debido a que se paga al ejecutor de la acción criminal, los ciudadanos dominicanos estamos sometidos a un modelo similar desde los medios porque todo el mundo sabe la mano donde salen los recursos y la bocina identificada para esos fines que, cual tragamonedas, toca la música del cliente al momento que se depositan los recursos para hacer el comentario urticante, la argumentación falaz y el juicio mentiroso un acto de facturación rastrero.

Desafortunadamente, a eso estamos sometidos. Eso si, ay del que se deje acorralar por ese funesto modelo comunicacional. ¡No permitamos el sicariato mediático!

 

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