Sicarios de las
obras públicas

Sicarios de las<BR data-src=https://hoy.com.do/wp-content/uploads/2010/05/0A817AD9-8333-4B26-8F99-E7BBE9EDB316.jpeg?x22434 decoding=async data-eio-rwidth=440 data-eio-rheight=390><noscript><img
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Volví a leer el libro “Confessions of an Economic Hit Man” (Confesiones de un Sicario Económico) en el que se denuncia la idea de un trabajo secreto y subrepticio para endeudar a los países pobres del mundo.

Algo semejante ocurre desde hace tiempo en República Dominicana alrededor de las mayores obras financiadas con fondos públicos. Un estudio meticuloso nos ayudaría a descubrir que, desde 1996, el método de proposición y de realización de las obras más costosas ha repetido el procedimiento de endeudar al país, engordar las arcas de los políticos y no resolver problema alguno. Parte de la táctica estriba en que la sociedad civil no tenga participación alguna en las aprobaciones de los proyectos de alto valor. La mayoría de las veces, la población se entera marginalmente a través de la prensa cuando los contratistas anuncian que los trabajos han sido iniciados y no pueden ser detenidos. Los escandinavos describen la falta de  transparencia en las decisiones de los megaproyectos como “déficit de democracia”.

Las fabricadas cifras usadas habitualmente para estuprar a la opinión pública y acepte las obras como un hecho consumado nunca son creíbles. La falta de realismo, para no llamarle predominio de mentiras y cifras manipuladas, es la norma de los beneficiarios de los proyectos. Los patrocinadores subestiman el valor real de las obras e ignoran los imprevistos mientras las contingencias son estimadas por lo bajo.

Les encanta proponer y lograr la aprobación de las últimas innovaciones tecnológicas que conllevan altos riesgos provocadores de excesivos gastos. Pero eso parece no importar a los promotores de los proyectos puesto que las ampliaciones de los contratos siempre serán aprobadas desde la cima política del gobierno. Mientras más se gaste, más beneficios obtienen los contratistas nacionales y los patrocinadores políticos.

Una magnífica expresión de la diferencia entre el valor propuesto de las obras públicas y el valor real luego de terminadas aparece en un artículo de Juan Bolívar Díaz publicado a principios de 2005. Usó como ejemplo los proyectos públicos promovidos por el ingeniero Diandino Peña. Comparaba entonces el prestigioso periodista los escandalosos gastos en los elevados y túneles de la avenida “27 de Febrero”, en los Juegos Panamericanos de 2003 y en el aeropuerto de El Higüero.

Ahora podría incluirse también el contraste entre el valor propuesto para el Metro de Santo Domingo antes de ser iniciado y el costo final de éste. (Por vía de consecuencia, la segunda línea del Metro puede decirse que también será otro caso de ocultamiento y exageración en cuanto a la inversión.) Tienen en común esas obras que los fondos utilizados para completarlas fueron siempre cinco u once veces mayores que lo que el hombre de confianza del presidente  Fernández propusiera cuando necesitaba la aprobación del Congreso y la aceptación pública. Podría escribirse un libro sobre estas “equivocaciones” en los presupuestos de las obras públicas, no así en sus proyectos privados.

Ahora en 2010, la fiebre de las obras públicas está en la construcción de obras masivas y costosas por las avenidas “27 de Febrero” y “John Kennedy”. Como cosa de sicarios, se han lanzado a realizar elevados y túneles alegando que serán la solución definitiva del tránsito en la capital dominicana. Mienten a conciencia. De alguna manera necesitan justificarse. Esas obras sólo podrían servir para facilitar la circulación de los automóviles privados y para llenar aún más la alcancía política que pretende perpetuar a Leonel Fernández en la Presidencia.

Esencialmente, no son honestos. Pretenden ignorar la evaluación que hiciera el arquitecto Erick Dorrejo, con la asesoría de la Universidad Politécnica de Madrid, del dañino impacto de los elevados y túneles construidos entre 1996 y 2000 sobre los once kilómetros de la avenida “27 de Febrero”. Los sicarios de las obras públicas nunca darían a conocer las conclusiones de ese trabajo. Menos ahora cuando se lanzan a otra aventura que, como de costumbre, significará mucho dinero para los bolsillos de los promotores y un reforzamiento de la maquinaria política vinculada al partido de gobierno.

Lo cierto es que los sicarios de las obras públicas gastarán todo el dinero del presupuesto nacional para que sigamos con los tapones sin que haya soluciones.

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