Sida, un desafío para las iglesias evangélicas en República Dominicana

Sida, un desafío para las iglesias evangélicas en República Dominicana

Hasta que el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) comenzó a sentarse en los bancos de las iglesias dominicanas, e incluso a predicar desde sus púlpitos, muchos de los líderes religiosos pensaban que se trataba de una enfermedad exclusiva de “grupos de alto riesgo”, fundamentalmente homosexuales y trabajadoras del sexo, y que la enfermedad era la consecuencia lógica de estilos de vida desordenados y apartados de Dios.

Durante lustros, primó en una gran cantidad de iglesias el concepto de que el SIDA y la infección por el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) eran una especie de “castigo” enfocado hacia “otros” y que no tenían nada que ver con la misión de las congregaciones, con el cristianismo o tan siquiera con la teología.

Pero, de pronto, la epidemia comenzó a tener cara de pastores, de líderes y de pueblo cristiano, ya no sólo de “ovejas perdidas” en busca de sanidad divina, absolución espiritual o extremaunción. Las iglesias comenzaron a darse cuenta de que los enfoques moralistas, la falta de compasión, los prejuicios y la ignorancia en cuanto al abordaje de esta condición, invalidaban el mandato de Jesucristo de amar al prójimo como a sí mismo, parte de la denominada “regla áurea”; y hacían perder de vista el llamado evangélico de servir a los afligidos, enfermos, desamparados y pobres.

En una respuesta que se gesta desde hace tiempo, un grupo de iglesias y Organizaciones que Trabajan en Base a la Fe (OBF) han convertido en prioridad la inclusión de la problemática del VIH/SIDA dentro de sus planes de acción, para movilizar a las comunidades cristianas en auxilio de las personas afectadas e infectadas por el virus y contribuir con la prevención.

Con el apoyo de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y de Family Health International (FHI), a través del Proyecto CONECTA, las instituciones cristianas Visión Mundial, Esperanza Internacional, Servicio Social de Iglesias Dominicanas, Seminario Bíblico Iglesia de Dios y la Red del Camino para la Misión Integral trabajan en la definición de una Agenda Pastoral frente al VIH/SIDA, con el propósito de articular acciones contra la epidemia desde la dimensión espiritual.

En un reciente desayuno con el propósito de fortalecer y ampliar el comité gestor de esa Agenda Pastoral, líderes de iglesias de diversas denominaciones se comprometieron a integrarse a los esfuerzos, aportar recursos humanos y económicos, capacitarse y servir como agentes multiplicadores en educación sobre VIH/SIDA en sus comunidades.

La actividad estuvo encabezada por Elvis Samuel Medina y Manuel Estrella, de la Confraternidad Evangélica Dominicana (CONEDO); Remedios Ruiz, de ALEPH; Martha Butler de Lister, de CONECTA; Loyda Pérez, del Programa Solidaridad en el Evangelio con la Prevención del SIDA (PROSOLIDARIDAD), de la Universidad Nacional Evangélica; Carlos Pimentel, de Esperanza Internacional; Lorenzo Mota King, del Servicio Social de Iglesias Dominicanas; Claudio Doñé, de Visión Mundial; y Reynaldo Franco Aquino, de la Confederación Dominicana de Unidad Evangélica (CODUE).

EL EJÉRCITO CRISTIANO

En el país hay más de cuatro mil iglesias cristianas de diferentes denominaciones, con una membresía aproximada de un millón de personas, el 13.5 por ciento del total de la población. Este ejército es “un recurso apreciable y disponible para apoyar la prevención”, en opinión de la doctora Pérez, directora de PROSOLIDARIDAD.

“Tenemos al Espíritu Santo para hacer la diferencia”, sentenció a su vez Doñé, quien entiende que la atención a la población VIH positiva forma parte del compromiso de las iglesias cristianas de asumir el liderazgo moral al que están llamadas.

“La razón de ser de la iglesia es servir; por tanto, no es posible pasar por el camino sin mirar que tenemos personas tendidas en el suelo, gente que perdió la esperanza. Estamos llamados a servir, estamos movidos a misericordia, estamos llamados a sentir compasión por el dolor ajeno. La iglesia de Dios en este país está llamada a hacer resurgir la esperanza en aquellos que han perdido la perspectiva de verse como hijos e hijas de Dios, creados en este país para disfrutar de los bienes y del progreso”, enfatizó el director local de Visión Mundial.

La tarea es ardua: un informe dado a conocer por la doctora Butler indica que el uno por ciento de la población dominicana está infectada por el virus y que la epidemia crece en progresión geométrica, alcanzando principalmente a los pobres, a los habitantes de los bateyes y a las mujeres.

Hay en el país una epidemia generalizada en la población de 15 a 49 años –resaltó la directora del Proyecto CONECTA con unos 45,600 adultos viviendo con el SIDA, el 64 por ciento hombres y el 36 por ciento restante, mujeres. También hay alrededor de 4,700 niños, niñas y adolescentes vulnerables al VIH/SIDA.

LA TEOLOGÍA DEL SIDA

Los esfuerzos por integrar las iglesias cristianas a la prevención del VIH/SIDA han encontrado múltiples escollos: muchas veces –destacó Pérez– dichas instituciones no están preparadas para responder con compasión y pertinencia a la crisis; algunos sectores cristianos responden con enfoques moralistas y, en otras ocasiones, aunque existe la voluntad de sumar esfuerzos, las iglesias no saben cómo proporcionar un servicio pastoral de asesoramiento adecuado y eficaz.

Con frecuencia, las iglesias desconocen cómo desarrollar programas de respuesta integral ante la epidemia (prevención, promoción de la salud, solidaridad frente al estigma y la discriminación) y carecen, igualmente, de un sistema instituido para ofrecer un marco de apoyo, orientación y capacitación a las personas VIH positivas, sus familiares y comunidades, argumentó la directora de PROSOLIDARIDAD.

Como punto de partida útil para una iglesia que asume su responsabilidad de salvar vidas, Pérez propuso el esquema denominado “Teología del SIDA”, desarrollado en Nueva York por el sacerdote episcopal Luis Barrios y ampliamente aceptado en todo el mundo.

“Lo primero es visualizar al ser humano como criatura de Dios y co creador con Dios, lo cual tiene que ver con la búsqueda de las respuestas inteligentes que debemos dar a la epidemia. El segundo punto es rescatar la sexualidad como don de Dios, como regalo dado por Dios al ser humano para el placer y la procreación; el tercero, que el cuerpo humano es templo del Espíritu Santo, el cual hay que cuidar”, indicó.

El cuarto punto de la Teología del SIDA trata sobre la responsabilidad profética de la iglesia de salvar vidas, independientemente del modo de infección o comportamiento de las personas VIH positivas.

La práctica de la justicia social y económica inspirada por Dios, el Evangelio solidario, es el quinto punto. “Se habla de que el SIDA tiene mucho que ver con la pobreza, la mala distribución de las riquezas y la falta de educación de nuestras comunidades. Nosotros tenemos que ver con todo esto y el Evangelio nos da las mejores pautas: ‘Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve desnudo y me cubriste’. Son necesidades humanas”, resaltó Pérez.

El último punto es la solidaridad como praxis transformadora: la teoría y práctica del Evangelio de Jesucristo para socorrer a las familias vulnerables por el VIH/SIDA, incrementar la efectividad de la acción preventiva, involucrar a las iglesias con los programas establecidos y motivar a las personas a modificar conductas sexuales de riesgo.

EL PAPEL DE LAS IGLESIAS

Por su testimonio del Evangelio de reconciliación, el valor de cada persona y la importancia de la vida responsable en la comunidad, incumbe a las iglesias un rol específico y esencial frente a los problemas planteados por el VIH/SIDA. Pero éste debe ser visible y activo, advierte el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) en el libro “Enfrentando el SIDA. El desafío y la respuesta de las iglesias”, puesto en circulación durante la reunión del comité gestor de la Agenda Pastoral. El documento indica que las iglesias deben proporcionar un clima de amor, aceptación y apoyo a las personas vulnerables o afectadas por el VIH/SIDA y reflexionar juntas sobre la base teológica de su respuesta al desafío que plantea el VIH/SIDA, así como sobre las cuestiones éticas suscitadas por la pandemia, interpretándolas en el contexto local y ofreciendo orientación a quienes se ven confrontados con opciones difíciles. Para combatir los efectos inmediatos de la propagación del VIH/SIDA, el CMI encarece a las iglesias esforzarse por prestar mejor asistencia a las personas adultas y menores afectados, así como salvaguardar y promover los derechos humanos de los VIH positivos, utilizando mecanismos nacionales e internacionales. Las iglesias deben contribuir con la difusión de información correcta sobre el VIH/SIDA, promoviendo un clima de debate franco y oponiéndose a los argumentos erróneos o basados en el miedo; y deben también favorecer una mayor inversión pública en servicios médicos y sociales para las personas afectadas.

Con el propósito de enfrentar las causas profundas y los resultados de la pandemia a largo plazo, el CMI solicita a las iglesias reconocer los vínculos entre SIDA y pobreza, promover medidas que favorezcan un desarrollo justo y sostenible, así como prestar atención especial a las situaciones que aumentan la vulnerabilidad al SIDA, como las que viven los trabajadores migrantes, los refugiados y los participantes en el comercio sexual. “En particular, pedimos a las iglesias que apoyen a las mujeres que trabajan por obtener el respeto de su dignidad y hacer valer sus capacidades en todas sus dimensiones”, enfatiza.

El papel de las iglesias frente al VIH/SIDA incluye el concientizar a los hombres y a la juventud para que asuman su responsabilidad de detener la propagación del VIH/SIDA; y esforzarse por comprender mejor el don de la sexualidad humana en el contexto de la responsabilidad personal, de las relaciones, de la familia y de la fe cristiana.

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Luchy Placencia es comunicadora social

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