Siembre hay un ángel

<p>Siembre hay un ángel</p>

LEO BEATO
¿Existen los ángeles? Los ángeles sí existen. Y existen cuando mas uno los necesita. Ahora que mi amigo y viejo compañero de seminario y de vida, Nicolás de Jesús, ha sido intervenido de corazón abierto, tal como lo hicieron conmigo en Orlando, Florida, hace algunos años, debemos reflexionar juntos. Viene a mi memoria como una brisa de verano tenue y cálida aquella enfermera haitiana (¡haitiana tenía que ser!) que fue mi ángel de la guarda en las horas preliminares al primer cateterismo.

– Le bon Dieu est avec vous- me susurró al oído la enfermera como en una canción de Navidad (Dios está contigo). Eso calmó mis nervios mas alterados que la potente anestesia con la cual me habían abobado. Había sucumbido después de haber pasado el día peripateándome por Disney World la tarde del mundial de España contra Francia.

– No temas – susurró la haitiana-este tipo de intervenciones de corazón abierto son ya una rutina y apenas vas a derramar sangre.

Esta última información fue sorpresiva pues me habían llevado al centro clínico de repente como al ladrón en medio de la noche que menciona el Evangelio.

– Aquí lo único que hacen los especialistas es ese tipo de intervenciones quirúrgicas debido a que muchos turistas que vienen a Orlando sucumben al calor y al ejercicio físico de caminar sin sentido por horas seguidas sin parar después de una larga vida sedentaria. Eso era exactamente lo que me había sucedido durante largas horas deambulando por el Epcott Center en Disney World.

– Everything will be fine (todo saldrá bien)- volví a escuchar el arrullo de mi ángel moreno que me acompañó hasta el cadalso del quirófano aquella madrugada otoñal.

Comencé a hacerme la gran pregunta de siempre: ¿No serán los haitianos los hermanos que Dios puso a nuestro lado para que

juntos aprendamos la gran lección?

La lección de que aprendamos a aceptarnos y a amarnos unos a otros como nos ama el Señor? Cuando volví a abrir los ojos, después de casi seis horas de que me rajaran el pecho en dos, divisé a miles de ángeles revoloteando sobre mi esternón.

– Cada uno de nosotros representa una oración hecha en tu nombre- me dijo el más cercano -soy la enfermera que te acompañó hasta la entrada del quirófano.

– ¡Beato! ¡Beato! ¡Despierta Beato!- Pensé que era el ángel que me seguía hablando pero era la voz de mi amigo el cirujano, el Dr. Gabriel Expecter, que había dicho que era ateo y que no creía ni en la madre de los tomates y mucho menos en ángeles.

– ¡Los ví! ¡Los ví! – Estas alucinando, amigo mío- me contestó el doctor sonriendo. Lo bueno es que ya despertaste- exclamó mientras me daba palmaditas en la mejilla izquierda.

– ¿A quiénes viste?- me hizo la pregunta con el rostro aún mas pálido que el mío.

– A los ángeles, a los ángeles.

Y el hombre que había sostenido a mi corazón palpitante entre sus enguantadas manos por casi seis horas seguidas me contestó azorado.

– Yo también los vi guiando mis manos. Cada uno de ellos representaba una plegaria hecha a tu nombre y para tu salud.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas